Sunday, February 05, 2006

amandonoos

Porque subir contigo es demasiado sencillo.

Después de haber asistido a aquella intensa conferencia deseaba con todo mi ser compartirla con alguien: con mis amigos podría haber sido demasiado banal.

Iba en el coche cuando la vi. Cruzabas la calle de una esquina a otra. Mi mente no quería parar pero infantilmente mi pié derecho se posó sobre el freno. Fue mi perdición. Pude haber seguido mi camino. Pero ésa no fue mi reacción, que muy probablemente habría sido la más adecuada. No lo hice. Bajé la ventanilla y con un: “Hola, ¿Qué tal? Te apetece tomar un café?” accediste de inmediato: fue nuestra perdición. Subiste al coche: puse mi, luego sería la nuestra, música predilecta.

Hablamos del tiempo. De nuestros qué haceres cotidianos e iniciamos el rumbo hacia el “país de nunca jamás”. En sus ojos destelleaba el deseo más ferviente hacia mí que jamás había imaginado. Además del café que compartimos, nuestras miradas se fundieron en un solo ser. Compartí con ella absolutamente todo lo expuesto por aquella abogada que, como ella, también se declaraba abiertamente feminista. Al terminar los pinchos que nos habían puesto fuimos por la calle, agarré sutilmente su mano y la besé.

Así empezó todo. Y no se acabó. Accedió sin condiciones a mi lecho. De hecho le invité a desayunar. Le masajeé, ya que llevaba un duro día de trabajo en la oficina. “Así qué mejor que un masaje” –me dije. Al terminarlo le besé la nuca. Luego bajé muy lentamente por cada vértebra para que sintiese mi piel con la suya. Puse la misma música que había puesto en el coche. Le hizo gracia el poder escuchar una grabación mía de pequeña. Cuando recitaba poemas en un inglés casi-perfecto. Mientras sonaba la música llegué a su cintura. Posé mi codo derecho en tu nalga izquierda y comenzó a gemir. De hecho no lo esperaba.

- Le comenté: “Es un masaje muy especial para alguien muy especial”
- -“Gracias” – me contestó..
- -“Gracias a ti”.

Después de unas fugaces pero intensas cosquillas en las plantas de los pies se dio la vuelta. La amé hasta el amanecer. Le observé mientras dormía junto a mí, “dormías, amor?”. Le besé fugazmente los labios y le llevé además del café con leche, unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, ahora sé que son tus favoritas. Y mi flor predilecta: un lilium real.

Rozando su cuerpo me fijé en su tatuaje: ¿una rosa del desierto?¿ó era un símbolo celta? Sus cabellos me lo impedían ver. Además la tenue luz que se filtraba por la persiana no era la adecuada. Me sonrió al verme llegar completamente desnuda trayéndole el desayuno: “¡Buenos días, Amores todos los días!” Volvía a encender la cadena de música de inmensas dimensiones que se había hecho un hueco en la sala.

- -¿Qué hora es? –me preguntaste-.
- “La hora en que las niñas buenas se toman el café” –te contesté.
- “He de irme pronto. Tengo dos reuniones, ¿comemos juntas”
- “No puedo, es decir, no sé si debo ...”
- “¿Por?”
- “Tengo que dar varias clases y muy probablemente llegue exhausta. Casi prefiero dejarlo para otro día”
- “Es una pena”
- “Y que lo digas”

Se creó un silencio entre ambas. Seguía sonando la música. Puse la radio. Eran las 8 a.m. y ella se debía marchar. Se duchó, queriéndome introducir en la bañera. Yo ya estaba vestida. Me dio un beso y se fue.

Las horas no me daban pasado. Pues había dormido muy poco perdiendo el tiempo en dilaciones, en ella y en nosotras ... Me fui a casa y pedí una pizza: tropical con mucha piña y mucho maíz. Por la tarde la llamé. No contestó. Supuse que tendría más trabajo del habitual. No me preocupé. Di mis tres clases casi de memoria. Vieron un documental sobre los nazis y sobre el nazismo. Hicimos un video-forum muy interesante y me fui para casa.

Debían de ser las 3 a.m. cuando me llamó. Tenía la voz ronca de tanto fumar. La noté preocupada.

- “Mi padre ha muerto. Estamos en el hospital: accidente de coche.”
- “Voy corriendo”
- “Tranquila, ten cuidado, por favor”

Cuando llegué estaba de pié llorando, su hermano Félix le estaba consolando. En ése momento sabía perfectamente por qué la amaba tanto. Su madre estaba dentro. La fui a abrazar. Entre sollozo y sollozo logró decirme:

- “ Me alegro de que estés aquí. Ella te necesita”-La abracé como no había abrazado a nadie en mi vida.
- “Mi vida, lo siento”. –Le dije a mi amada.
- “El otro conductor había bebido ... aaaah, llamaron a mi madre desde el hospital. Ésta vida es una mierda!”

La abracé y cómo no supe qué decir: no había nada que decir.

- “Mañana es el entierro”
- “Iré”
- “Lo van a quemar, era su voluntad. Vamos a donar los órganos”.
- “Te amo”
- “Y yo a ti”.

Aunque nos conocíamos desde 6 meses (ya!!) era como si nos conociésemos desde hacía años. Cuando la conocí, por medio de unas amigas, supe que nunca nos separaríamos. Nos conocimos en un bar. Y con una mirada nos dimos cuenta de que el destino nos había unido ... La primera noche fue mágica. La recordaré siempre con nostalgia. Ella: una experta; yo: virgen (por lo menos con mujeres). La recuerdo a la perfección. Ambas habíamos salido con nuestros respectivos grupos de amigos/as. Ella iba impresionante: una falda que te llegaba a los pies y con un “top” Mao rojo con bordados amarillos. Yo vestía una camiseta negra que me habían regalado mis amigos por mi cumpleaños y con un pantalón negro a juego. Al entrar intuí su presencia antes de que me viese. Estaba con María, nuestra futura celestina, con Laura y Juan. Yo llegué sola, pues había quedado allí con Silvia, una amiga de facultad y de borracheras. No tenía pensado beber más bien al contrario. Deseaba verla ... deseaba amarla. Al verme se giró. María vino en mi búsqueda. Justo en ése instante no había mucha gente. Era un pub de ambiente. Yo no cesaba de observarla. Le saludé cordialmente. María me dijo: “Ella está por ti”. “Idem”, le contesté.

Nuestros cuerpos se juntaron. Besé sus labios, mi lengua se encontró con la suya. Aparté su cabello largo, me tocó con descaro el culo. Y nos fundimos en un eterno abrazo. Decidió seguirme, nos cogimos de la mano: fue nuestro primer encuentro.

La primera vez decidimos ir por mutuo acuerdo a una pensión, pues yo de aquella todavía vivía en la casa de mis padres. La pensión se llamaba: “Deseo”. Besé sus labios nuevamente. Cubrí su cara entera de besos. Se me escapó un “te quiero” a lo cual ella me contestó “y yo a ti”. Nuestros cuerpos se juntaron. Poco a poco fui recorriendo tu cuello, hasta llegar a tus senos que estaban pletóricos de excitación. Llegué a tu ombligo. Parada obligada pues es uno de mis lugares preferidos. Se fue desnudando. Todavía permanecimos de pie, junto a la cama. Cerró los ojos. Estaba muy hermosa. Comenzó a gemir. Se acostó y me quité el resto de la ropa y me introduje dentro de ella. Me sujetó la cabeza con sumo cuidado. Gemía, vaya si gemía ... Volví a besar sus carnosos labios. Me introdujo los dedos pidiéndome que yo me pusiese debajo. “Ahora me toca a mí”. Estaba llegando al cielo con ella y no me quería ir ... sin probar las nubes. Una sensación de bienestar se apoderó de mí y le besé el cuello. Dormimos la una junto a la otra, con apenas una sábana. Era verano. La abrazaba y su olor me penetraba hasta las entrañas. Estaba tan hermosa... La habría pintado justo en ése momento. Lo habría inmortalizado. Al despedirnos me dio su teléfono y un besazo en la comisura de los labios.

- “Nos vemos” –dijiste.
- “¿Cuándo?”
- “Cuando menos te lo esperes ...”
- “Soy impaciente, dime cuándo y dónde”
- “Allí dónde te dicte tu sentir”
- “¿Mañana a las 6 en tu casa?”
- “No puedo. Trabajo”
- “Llámame y quedamos. Un beso”

Ahora, aquí, en el funeral de su padre, no cesaba de consolarte. Permanecía abrazada a mí. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Sus amigas asistieron al funeral. Nos saludaron.

- “Ya nos veremos” –dijo.
- “Cuando tu alma te lo pida”
- “Te amo”
- “No más que yo a ti, sabes donde estoy”

Al llegar a mi hogar me desplomé en el sofá. Vestida como estaba dormí plácidamente toda la tarde. Pasaron los días y las noches. No supe nada de ella. Me imaginé que estaría agotada y que necesitaría tomar su tiempo. “Normal”, me dije.

- “Deseo irme lejos, lejos de todo. ¿Qué te parece irnos las dos solas a la playa de las Catedrales?”
- “Perfecto. ¿Cuándo?”
- “Ahora. Necesito desconectar de todo lo que me rodea”
- “He de darme de baja”.
- “Okey, yo ya lo he hecho”.

Nos vimos dos horas más tarde. Nos fuimos en mi coche. Ya había cargado todas mis pertenencias.

“Allá vamos!!”
“Gracias” – y me besa en los labios.

Por lo general no solemos manifestar nuestro amor en público pero en unas circunstancias como aquellas: todo vale.

Partimos rumbo a Ribadeo. Pusimos nuestra música favorita: Watling y Marlango. Cantamos con la música a todo volumen. Necesitábamos urgentemente gritar y desahogarnos. Es la mejor de las terapias. Me abrazó diciéndome: “Gracias. Te debo la vida”. Cambiamos el cd y pusimos nuestra canción: Pachelbel in cannon D, de George Winston. Cuando llegamos a la playa llovía un poco pero pudimos disfrutar de la belleza en vivo: ella y yo, yo y ella ... comenzó a llorar. No se lo impedí, pues si es lo que el alma hemos dejarnos llevar por ella y por nuestros sentimientos.

Alquilamos una habitación en una pensión. Mientras se duchaba saqué mis pertenencias del coche, ésta vez había llevado conmigo algunos lienzos y mi maletín de las pinturas. Sólo dos mudas. Nada más. Mientras se secaba el pelo me abrazó, todavía mojada y me besó en la espalda.

-“Te amo, ¿Tienes hambre?”
-“Hambre de ti amor”
-“Ajá, no me digas”

Ya le había sentado de maravilla el viaje, nuestras canciones y aún mejor el haber llorado tanto. Sus ojos brillaban: ¿de la excitación?¿del amor por mí?. Nos pasamos el fin de semana entero en la cama. Le leí un poemario mío llamado: “El suicidio de los sueños” dedicado a quien he amado hasta el infinito. A pesar de que estábamos en pleno invierno, pues era enero, decidió bañarse en la playa. No había nadie y se bañó desnuda. Por ello cogió resfriado y nos tuvimos que volver. Fue un escenario magnífico con quien más he amado. Recogimos nuestras pertenencias y retomamos el viaje de vuelta. No sin antes realizar unas pequeñas fotografías. Allí pinté: “Amaneceres contigo” y “Madonna, quanto è bella”.

Nos sumergimos en nuestra habitual y correcta monotonía. Quedábamos todas las tardes a eso de las 6 en mi casa. Nos dedicábamos a contemplar la casa vacía, a hacer futuros planes sobre nuestra vida. Sobre todo a ver películas y a escuchar música: nuestra música. Allí la pude contemplar a mis anchas. Había convertido mi espacio en el suyo.

Un día discutimos sobre política. La discusión se volvió animada. Su familia era de derechas básicamente y ella estaba bastante influida por el ambiente. Mi familia, por el contrario, es y, sigue siendo, de izquierda. Con su tono habitual me decía:

- “ Haber, porque Estados Unidos sigue hasta la médula en la guerra, no dará salido de ella nunca-jamás. Es un hecho obvio. La guerra les es necesaria, pues gran parte de su economía depende del negocio de las armas. Tienen a Chalton Haston como representante ...”
- “Pero podrían invertir en sanidad pública ó en educación. Que nunca les vendría nada mal” –la interrumpí.
- “Ya pero aún así no solucionaría sus problemas. Es una cuestión de supervivencia. Seguirán de por vida allí hasta que maten a todos los irakíes.”
- “A Bush se le están bajando los humos. Han dicho que van a retirar 20.000 hombres. Los cuales ya estarán hechos unas mariquitas que no veas!”
- “¡Qué bueno! ¿Te imaginas una mariquita disparando?”
- “¡Uy, no te mato, porque estás demasiado bueno!”
- “Siguiendo con el tema, creo que la cuestión no se va a saldar a favor de Irak. En una conferencia un hombre le preguntó al conferenciante: “¿Y sabe cuántos terroristas hay ahora mismo en Irak?”
- “¿Y qué le contestó el conferenciante?”
- “Pues, aproximadamente unos 150.000 ... estadounidenses”
- “¡Qué bueno!”

El resto del tiempo a veces íbamos al cine. A ella le apasionaban las películas americanas, básicamente las románticas tipo: “Un asunto de Amor” de Warren Beatty y Annette Bening. Sostenía que el amor se produce en décimas de segundo. Yo no se lo discutía, pues ambas coincidíamos que era y será una de nuestras películas favoritas. Y que de hecho, está más que comprobado el hecho del enamoramiento.

Disfrutábamos como dos adolescentes. A veces hablábamos del tiempo, de su paso. Yo tenía de aquella 26 años, ella 27. A veces invitábamos a un café a alguno de nuestros amigos. No ocultábamos nuestro amor. Pero en lo que ambas coincidíamos era en que deseábamos pasar el mayor tiempo a solas: ella y yo, yo y ella. Permanecer abrazadas viendo la televisión, cambiando de canal: doblando a los distintos personajes. Nos reíamos sin cesar. Había veces en las que encendíamos las velas. La música nos acompañaba. Y el amor nos unía cuan dos gotas de agua.
Era abril y las flores comenzaban su recorrido para florecer. Me regaló una rosa blanca adjuntando una nota:

<Mi piel desnuda
Existe el cielo con mesura
Echo de menos tu mirada
Que me mira extrañada
De tanto amor que yo tengo refugiada.
Tus párpados ocultan tu ser.
Tus cejas tu querer.
Blancas son,
Como yo.>>

Mas todo lo bello ha de tener fallos. Un día en una fiesta que organizamos la noté algo extraña. Cuando la intenté besar no me correspondió como los días anteriores. Algo andaba mal... Se lo pregunté y ella torció la cara. Mi intuición no me fallaba. Algo le pasaba. ¿Acaso era yo?¿Acaso sería la repentina muerte de su padre?

- “¿Te pasa algo cariño?
- “No, nada nada”

Entraron nuestros amigos. Todo sucedía sin mayores imprevistos, a no ser por su repentino cambio de humor. Intenté besarla pero rehusó de mí. Ni siquiera me miró. Me metí en la cocina para prepararme un café con leche. Allí estaban Pedro y Juan. Sí, Juan, un hetero enrollándose con Pedro!! Les eché una pícara mirada y ellos siguieron como si nada. Me preparé el café y calenté la leche. Vino Silvia, mi compañera de facultad y de borracheras, hablamos del tiempo y le comenté que encontraba a mi novia algo extraña. Ella ni se inmutó. El café todavía estaba caliente y tardé en tomármelo. Nos sentamos mientras ellos continuaban con lo suyo. Nos miramos y nos surgió una sonrisilla. Ella, mi novia, no estaba presente. Hablamos de los planes que teníamos juntas y comentamos lo bien que estábamos. La música estaba bastante alta. Lo suficiente como para que los vecinos se asustasen. Oímos golpes. Supusimos que eran ellos: los vecinos hartos de nosotros. Cuando la abrí no eran ellos: era mi ... y otra persona. La pude reconocer. Era Raquel una ex suya. Se estaban besando ... y no en la mejilla precisamente. Cerré de golpe la puerta como si viese un fantasma. Silvia me cogió del brazo y yo la rehusé. Me quedé de piedra. El café se me cayó por la ropa: “mierda” pensé. Habría sido mejor habérselo tirado a la cara. Me fui corriendo al baño y cerré la puerta. No lloré. La soledad se me impuso cómodamente en mi alma. Quieta, como estaba, me quedé muda, delante del espejo: ¡No me lo podía creer!! ¿En mi propia casa? Por lo menos habría sido mejor por su parte haberse ocultado. Aunque pensándolo mejor: <>. Golpeó fuertemente la puerta. Volvió a golpear. Cuando salí: algunos ya se habían marchado. No le hablé. Lo único que le dije fue:

- “¡Fuera!! Fuera de mi casa. Ahora.”
- “No es lo que parece”
- “Así: muy típico. Fuera!!”

Se marcharon. No quedó ni rastro de ellos. Puse a Camarón. Lo suficientemente alto como para no oír si me llamaban. Como una posesa me dispuse a recoger todo. Cogí unas cuantas cajas y recogí todo lo que me recordaba a ella. Borré su teléfono de mi móvil. Rompí todas y cada una de nuestras fotos, excepto una en la que estaba en la playa de las Catedrales, desnuda, como te habían traído a éste maldito mundo.

-“No hay peor putada que el Amor”.-me dije.

Grité éstas y otras palabras en alto. Lo que sucedió después no lo recuerdo con nitidez. Sonaba la música a todo volumen. La casa patas arriba. Era domingo por la mañana. Me había quedado dormida en el suelo. Al lado: una botella de wisky. Tenía todo el santo día para reconstruirme. Aparqué el wisky y me tomé una copa de coñac cada hora durante los siguientes meses. Desconecté el móvil. No abrí a nadie. Iba y venía sin hablar con nadie (excepto con mis alumnos). Ellos debieron de sospechar que algo no iba bien. Antes siempre o casi siempre llegaba con una sonrisa en la boca. Ahora no. Mis padres se preocuparon. Les dije que mis alumnos eran un coñazo. Que ya se me pasaría!!! ... pero no pasó. El tiempo y yo nos pusimos peor. Comenzó a llover. Hacía décadas que no llovía así. Y eso que estábamos en pleno junio. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina. Y yo hecha un trapo. Me compraba la comida por encargo, había notas tuyas por debajo de la puerta que, obviamente, ni leía. Te pueden hacer daño: ¿pero tanto? No cesaba de preguntármelo: ¿Por qué yo? ¿Es que no podemos elegir de quién enamorarnos? ¿Por qué la amaba tanto? Si sólo habían sido 8,9, quizá 10 meses? Eso no es nada me seguía preguntando. Preguntas que no obtenían respuesta alguna. No es que sea especialmente celosa, de hecho, considero los celos parte íntegra e intrínseca del amor. ¿Era amor lo que sentía yo por ella? La deseaba. La odiaba. Por eso estaba tan rara ésa noche. Tonta de mí!! ¿Por qué? ¿Por qué? Me topé de bruces con un libro: <> S. Guzner al que siguió: <> de R. Gogoll. Siempre la veía a ella. Cuando eso ocurría arrancaba sin piedad alguna las páginas. No escuchaba música. Me dediqué en cuerpo y alma a mi trabajo. No salía. Comía una dieta rigurosa que me autoimpuse. Prácticamente: la olvidé. Ó eso creía.

Un día bajé al cíber de la esquina. Aunque por lo general no suelo chatear: la excepción de la regla. Conecté con un chat y me puse a hablar con Maite: una rubia que, como ella, también tenía los ojos marrones. Ó eso me dijo. Intuí que era sumamente responsable. Pero no era ella. Aparentemente no teníamos nada en común excepto nuestra pasión por África y por su cultura. Hablamos de nuestra respectiva situación amorosa a lo que me contestó al rato (sin pudor alguno):
- “¿Para cuándo un café?”

Mis padres supieron de mi cita y me animaron sin cesar para que me distrallese un poco. Así que accedí aún a regañadientes. Quedamos en su ciudad natal, lejos de ella (mi ex?) y de mí. Lejos de todo lo que me pudiese recordar al concepto “nosotras”. Tomé un café y me fui. Era demasiado ... temprano? Repentino?? Doloroso. Necesitaba tiempo. Tiempo para vivir, para respirar, y convivir con mi soledad. Porque no hay más soledad que sentirse sola en un grupo de gente.

Decidimos de mutuo acuerdo ir como simples amigas al concierto de Marlango. El que era nuestro grupo favorito. A pesar de que estaba próximo su cumpleaños. Ya estábamos en pleno agosto? Y de que podría acudir a él desheché la idea por diversas razones:

1. Yo amaba a la Watling: ella no
2. El cd era mío: por lo tanto ella no lo tenía.
3. Ella estaría trabajando: yo no.

El concierto fue ... digamos que fue. Además el público se entregó. Estuvieron pletóricos. Todavía me resuena el piano de Alejandro Pelayo en trains. Trains...Fue uno de los peores momentos de mi vida. En el momento que tocaron la canción un lagrimón brotó de mis ojos y fue a parar a mis labios. Maite, al verme me dio un beso en los labios y me cogió la mano. Se lo agradecí abrazándola. Aunque no sirviese de mucho estuvo en ése momento. Se lo agradeceré de por vida. No supe qué hacer. Todo iba tan ... Simplemente iba. Yo sin ella. Ella sin mí. Con la canción mi mente se acordó hacia el recuerdo que había perdido antaño. Recuerdos que permanecían en el cajón del olvido. La pregunta que me hice a mi misma fue: “¿realmente están olvidados?”. Maite se portó. Al finalizar el concierto intentamos sendas veces que me firmaran la entrada. Justo cuando nos íbamos a ir, “La Watling” apareció con sus gafas de sol y, al lado de ella: tú. “No podía ser” –me dije. Me cogió del brazo y me llevó a los baños. Intentó, en vano, besarme. Casi gritando me dijo:
- “¿Qué coño te pasa?¿Es que ya no me amas? Ya no me coges el teléfono, te he dejado miles de notas. ¿Dónde te metes? ¿Te ha tragado la tierra?”
- “Donde a ti no te importa” –dije tajantemente. “No quiero. Te quiero pero lejos. Necesito tiempo ...”
- “Y yo te necesito a ti. No duermo. Trabajo lo mínimo y, para más inri, es como si me faltase el aire”
- “Pues que te jodan!!”
- “He soñado contigo. Te necesito como no he necesitado a nadie. Me oyes? A nadie en toda mi puta vida, ¿te vale?”
- “¿El qué? Que me utilices. Que digas que me ames y, cuando me dé la vuelta te encuentre con otra. Perdona, bonita, tú sigue por tu camino ... recuerda que yo he estado cuando tú me necesitabas ...”
- “Me arrodillo si es necesario. Pero por favor: perdóname. Estaba pasando una mala temporada, por mi padre ...”
- “Podrías habérmelo dicho”
- “Pero Raquel estuvo en el momento. No quería hacerte daño. Sólo fue aquel beso. Como comprenderás una ...”
- “No me digas más: no es de piedra? No me cuentes historias. Me lo dijeses y punto”

Me interrumpió con un besazo, introduciendo su lengua sin pudor alguno. Me sujetó la cabeza y me susurró: “Lo siento!!” La aparté. Me aparté. Cerré la boca y tapé los oídos.

Mientras ella gritaba:
- “Sí te he amado. Eres parte de mí y no puedo sostener ni un minuto más esta odiosa situación”
- “Das pena. Eres parte de mi pasado. Ya no existes. No-existes!!”

Estaban a punto de echarnos a patadas. Ella sin dilaciones les soltó:

- “Déjenme estar. Esto es serio. Nuestro amor es serio” “Te he hecho daño y por eso ruego que me perdones. Te amo”
- “Entonces, por qué me has hecho tanto daño”
- “Y yo que sé. Estaba borracha. Raquel es una tentación.”
- “Y??”
- “Sé que no es excusa. Es preciso que me comprendas. Te amo”
- “Necesito tiempo”
- “Yo te lo brindo” “¿Cuánto?”
- “Y yo qué sé... meses, días ... quizá años?”
- “Esperaré ...” “Te esperaré aquí”
- “Si nos van a echar”
- “Me da igual. Que me echen si quieren. Yo he pagado mi entrada. Me falta el aliento, la sangre no circula por mis venas, siento que voy a perecer si no me das un beso, ésos besos impuros de puro amor”
- “Cállate ya!! Das pena. Eres demasiado cursi.”

La besé. Fue esos besos de película en los que no nos extrañaría a nadie que justo al final pusiesen las palabras: <>.
“... has de esperar.”
“Esperaré y en tu lecho me echaré ...”
“No es tan sencillo como piensas”

Que el amor es sencillo puede que lo piensen los ilusos. El amor como el buen vino ha de tomar su tiempo ... yo necesitaba tiempo. Tiempo para pensar. Para reflexionar. Para pensar en aquellas palabras. En aquel encuentro.

Cuando llegué a casa Maite decidió acompañarme. Vimos la televisión y no nos enrollamos. Se empeñó en hablar. Me dijo: “No soy a quien andas buscando, no sería justa para nadie que nos hubiésemos enrollado. No sería justo”.

El curso volvió a empezar. Septiembre. Calor sofocante. Yo sóla ante mis exámenes. Mi trabajo y yo. Volví a conectar el teléfono. Sonaba su voz en cada mensaje. A pesar de que se me ponían los pelos de punta al escuchar su voz no cogí. Maite no volvió. Trabajé. Trabajé y trabajé. Necesitaba aire: “¿qué mejor que un viaje?” –me dije. Pues después de tanto trabajo me lo había ganado. Aún así decidí no contestar ninguno de sus mensajes. Tampoco a ninguna de sus cartas. Me tomé tres días de ayuno voluntario. Fui al teatro a ver “La voz humana” de Jean Cocteau. Comencé a comprenderla. Me vi totalmente reflejada en la otra persona que no se sabe pero sí se intuyen las contestaciones. Su “Hola, qué tal ... no ... no estoy sola” me hizo abrir los ojos. Pues es increíble lo que puede hacernos llegar el arte en general.
Al salir, la llamé. Estaba durmiendo. Su madre la despertó. Al día siguiente partiría, no sabía bien hacia dónde. Igual me iba sóla si ella desestimaba mi oferta. Necesitaba conocer hacia dónde: ¿África? ¿París? Venezzia.

Me contestaste:

- “¿Sí? ... ¿Hola?”
- “Me voy. Hoy”
- “¿A dónde?”
- “Fuera. Necesito fuerzas. He trabajado mucho, quizá demasiado.”
- “Me voy contigo. Espera”
- “Supuse que tendrías trabajo”
- “Todo puede esperar”
- “Yo no”
- “Lo sé. Pásate por mi casa. Te invito a un café y hablamos. Mi madre te ha echado mucho de menos: no más que yo”
- “Tráete 3 mudas. ¿Qué te parece Venezzia?
- “Venezzia, si tú no sabes hablar italiano?”
- “Tú sí”
- “Así que sí ...” “Te amo”
- “...”
- “Te comprendo. Lo siento”.

Aparqué mi coche próximo a un arbusto de romero. Su madre me observaba atentamente desde la cocina. Era una casa a las afueras de la ciudad. Muy acogedor. Sólo había estado en dos ocasiones. Ella vino en mi búsqueda. Abrió la puerta del coche y me besó. In situ. Todavía llevaba el pijama verde, de seda. Ella adora la seda. Los sentimientos de antaño, aquellos que había casi olvidado acudieron en mi busca. Sonrió.

- “Te he echado tanto de menos ...”
- “...”- no dije nada. No había nada que decir ó por lo menos no lo sentí así.

Tomamos plácidamente un café. Su madre vestía de gris oscuro. Sus ojos eran como los de ella: sencillamente preciosos.

- “Cojo todas mis cosas y nos vamos: ¿Cuánto tiempo?”
- “El necesario”
- “Así me gusta y así me gustas!!”

Me puse un gorro gris que tenía colgado en el colgador de la entrada y que me dio como prueba de su cariño: “Toma es para ti”, me dijo. Nos besamos apasionadamente. Yo llevaba muy pocas mudas, con la esperanza de comprarme alguna ropa en Italia. En Italia vive Arianna, una amiga que había hecho un Erasmus y que habíamos estudiado juntas. No tuvo ningún problema en acogernos en su casa ni más ni menos que cuatro magníficos días. Junto a los Alpes Italianos. Desde allí cogimos un tren y luego alquilamos un coche para llegar a Venezzia por la noche. Yo no había estado en Venezzia con anterioridad. Ella sí. Nos alojamos en el Winter. Estaba María, la dueña y Missia, una estupenda camarera. Desde la última vez que mi novia se había alojado allí, ya habían pasado años. Recordaba perfectamente la escena, se llegaron a soltar todo tipo de improperios ... gritándose hasta llegar a las manos, en una lucha contra la otra. Le traía aquel sitio recuerdos agridulces. Me comentó cómo se habían conocido en el aeropuerto de Fumicinno. Que habían estado en la grande Roma, concretamente en la Piazza Navonna.

- “Me tienes que llevar allí” –le dije.
- “Poco a poco”

Pasamos unos días estupendos en Venezzia. Cuando estábamos comiendo unos sabrosos spaguetti a la carborana me hizo una pregunta:

- “Qué te hace feliz a ti?”
- “¿Vale: tomarme unos spaguetti a la carbonara?”
- “No. Eso es lo que yo estaba pensando, dime cariño”
- “Pues ... mirarme al espejo, observar lo que ha hecho conmigo el tiempo y sentirme llena por dentro, ¿te vale?”
- “Yo estaba pensando que amo cada rincón de tu corazón, que siento lo hecho y que los spaguettis están deliciosos”
- “Además el vino está, cómo decirlo: ¿delicioso?”
- “ ¡Jé! Ti amo”
- “...”

Nos fuimos directamente a la habitación. En el hilo musical pudimos escuchar: Prince of Fire de Capercaille. Es una de las mejores baladas que hemos escuchado en nuestra vida. Llena de mucho significado. Le tendí la mano. Accedió. Llevaba un vestido negro, de seda hasta los pies. Yo llevaba un pantalón gris de pinzas que me había comprado nada más llegar a Italia y una camiseta blanca corta. Accedió cordialmente a bailar conmigo. Estaba deslumbrante. Nuestros cuerpos se unieron como si sólo fuese uno. Posó su mano en la palma de mi mano. Pasos muy cortos. Comencé a llorar pues la situación era bastante propicia. No había llorado nunca delante de nadie y menos delante de alguien a quien he amado tanto como para llegarle a odiar. De hecho dicen que el odio es una forma de amar. Diferente sí pero otra forma. Lloré. Lloré por ella y por mí. Me sentía infinitamente feliz. Se abrió un paréntesis. Stop. Me abrazó:

- “¿Deseas acostarte querida?”
- “Deseo que me ames con la pasión más ferviente que se te ocurra. Deseo que me desees”
- “Calla: te amo y te amaré siempre”

No me besó con pasión. Me besó con dulzura. El momento, como cada momento con ella era un momento único, instantáneo ... eterno. Nos besamos. Besé sus párpados, su nuca, sus labios, su cuello, haciendo hincapié en los senos.

“Espera” “Un momento” –me dijo y se fue un momento al baño.

Cuando regresó volvió con una flor en los labios y nada más. No sabría decir qué flor era ya que ninguna de las dos éramos expertas en flores. La flor venía envuelta en plástico film que utilizamos a modo de preservativo. No miento si digo que me extrañó pero no le di importancia, pues era y pues será uno de esos momentos que jamás olvidaré. Me besó los labios, mis mejillas que se habían vuelto de color rojo. Sentía pudor viéndonos a las dos como Dios nos trajo a éste dichoso mundo. Ella se rio pues mi cara hacía juego con la flor. Y el amor nos envolvió como nunca lo había hecho con anterioridad. Ella fue mía y yo fui suya. No miento si digo que la pasión aumentaba a pasos agigantados. Todo era espléndido. Estábamos a nuestras anchas, sin apenas ruidos en el hotel: lo hicimos nuestro. Había días en los que ni siquiera bajábamos a desayunar. Era la bienal de Venezzia y vimos un par de instalaciones. Una de ellas era impresionante. Había miles, qué digo: millones de soldaditos de plomo que sujetaban un enorme cristal. Había niños que lo estaban pisando. Estuvimos a punto de decirles algo aunque fuese en castellano. Leímos un cartel en italiano que venía a decir que se podía pisar. Accedimos a pisarlos y era como si todo el mundo nos sostuviese.

Cuando volvimos al hotel era ya tarde: hicimos el amor como posesas. Mostramos por Venezzia nuestro amor sin pudor alguno.

Un día decidimos acudimos a la Academia a admirar “La Tempestad” de Giorgionne ya que ambas habíamos leído el libro de J.M de Prada. Me hizo fotos desde todos los ángulos posibles.

Desde Venezzia retomamos camino a Roma fuimos a ver la Piazza Navonna, tomamos un café y nos fuimos, desde allí a nos fuimos a Barcelona. Íbamos a estar en casa de unos amigos míos que ya llevaban cierto tiempo allí: Olga, Lola y Diego pero estaban sumamente liados con funciones de teatro actuando por media Europa. Así que nos declinamos por visitar a Eva y a María que vivían en Madrid. Dos mujeres encantadoras. Nos envitaron a otro concierto de Marlango y no nos pudimos resistir.

Ésta vez íbamos nosotras junto a María y a Eva. Como ellas conocían a los dueños de la sala pudimos conversar con el grupo al completo: Alejandro, el pianista, y Óscar, el trompetista, estuvieron muy amables; Leonor, por el contrario, la cantante, fue un poco engreída, pero buena gente. Nos dedicaron su último disco. Al terminar el concierto nos fuimos a la casa de nuestras amigas en la calle de Hermosilla. Se las veía tan bien... tampoco ellas ocultaban su amor a nadie. Al día siguiente nos fuimos nosotras dos solas al cine, vimos una película: “El Arco”. Una película oriental que nos entusiasmó. Fue un viaje completo, como diría ella (a posteriori): “muy artístico”.

Volvimos. Octubre. Faltaba un mes para nuestro aniversario.

Un día tuve un espléndido sueño. Me vi junto a ella en nuestro 25º aniversario. Ya hechas unas viejecillas encantadoras. Nuestros hijos: Nieve, Roma y Etiam nos habían regalado 25 rosas blancas. Era una gran cena y con algunos de nuestro nietos, ya que luego vendrían más. Las dos estábamos radiante. Sonaba “Close Cover” de Win Mertens como hilo musical y lo acompañaba un par de violines. Nada más despertarme le comenté a ella ése premonitorio sueño. Sonrió y me besó en los labios acompañado de una frase que me retumbó hasta las entrañas:

“Ojalá no sea sólo un sueño”

Era todo tan ... ¿cursi? ¿romántico? ¿era sólo un sueño? ¿una premonición? Era un deseo que, si seguíamos alimentándolo como de hecho lo estábamos haciendo nuestro amor se convertiría en una realidad. Aunque me juró amor eterno, había veces en las que me saturaba: sus celos. Había veces en las que apenas salíamos y, si salíamos, me impedía todo lo libre que me gustaría.

Silvia vino un día a casa. Mientras mi novia estaba en el baño me preguntó que qué tal. No le pude negar mi “situación interior”:

- “A veces me satura. No me deja ser todo lo libre que me gustaría. Estamos bien y todo eso ... pero...”
- “Existe un pero: ¿eres feliz?”
- “Sí ..., no lo sé, la amo y todo eso pero...”
- “¿Qué? Es todo lo que has deseado, ¿no?”
- “Si a veces me digo que todo es demasiado perfecto”
- “¿Entonces?”
- “No sé. Seré yo. Vamos a hacer un año. Y luego está ese sueño”
- “Es todo un acontecimiento pues, que yo sepa, no has durado tanto con tus anteriores parejas, ¿no? ¿me equivoco?”
- “Ya, no sé, pero falta algo”
- “¿Lo qué? ¿En qué estás pensando?”
- “Sinceridad. Nos falta más sinceridad. No es todo lo sincera que me gustaría. No habla demasiado de su pasado”
- “¿Y qué coño te importa su pasado?”
- “Ya pero no es tan sencillo”
- “Pues háblalo con ella”

Dicen que las personas aunque cambiamos seguimos siendo las mismas de raíz. ¿Y si ella me ocultaba algo? ¿Y si seguía enamorada de Raquel? ¿Qué podía hacer yo? ¿Sentiría yo celos hacia ella? No, era ella la que me celaba, ¿entonces qué pasaba? Tenía un cúmulo de sentimientos que no me gustaban nada para llevar casi un año juntas. Y, sobre todo, no me gustaba nada la sensación de no sentirse todo lo libre que me gustase. Es evidente que no somos libres ó ,si lo somos, es en nuestro espacio: nuestra habitación, nuestra casa en dónde nos sentimos realmente libres. ¿Es que me estaba volviendo cauta? ¿Mayor? Hubo un día en que discutimos como dos niñas por una estupidez. Decidimos comenzar la decoración de la casa de mis padres, a las afueras. No sabíamos si la queríamos pintar de amarillo vainilla, mi opción, ó de si la queríamos pintar de blanco, su opción. Era algo muy banal, quizá demasiado. Estuvimos a punto de romper nuestro amor si no fuese por Silvia: te debo la vida. Gracias.

Acabamos saliendo cada una con sus respectivos grupos de amigos, le dije que yo necesitaba tiempo. Ella me dijo lo mismo. Nos estábamos conociendo mucho, ¿quizá demasiado? Sabía que la amaba por encima de todas las cosas en éste mundo. Sabía que ella me amaba a mí: ¿era suficiente? A veces me saturaba, por lo tanto, lo mejor era eso: tiempo. Tiempo para no-amar, tiempo para descansar, tiempo para respirar ...

Yo seguía trabajando en mi habitual rutina.
Ella hacía lo propio con lo suyo.

Había días en que la echaba mucho de menos. Otros que ni me acordaba de ella. Había una alumna: Fátima que me llamó en seguida la atención: ¿Yo con una alumna? A veces pensaba en ella pero en seguida se me borró de la mente. Muchas otras pensaba en mi novia y en mi, quizá es que éramos demasiado parecidas, sería cierto eso de que ¿los polos iguales se repelen? Nos amábamos pero ambas necesitábamos tiempo para reflexionar.

Entonces llegó nuestro aniversario. Sin comerlo ni beberlo no sabía qué hacer: ¿una invitación formal? ¿una cena en mi casa? ¿en la suya? ¿qué vestido ponerme? ¿irnos de viaje? ¡Si acabábamos de regresar! ¿Qué pasaría? ¿Qué tal estaría ella? ¿Y yo? Las tres semanas de separación me habían sentado genial pero, ¿y a ella? ¿Se habría vuelto a enamorar? Luego estaba Fátima pues siempre acudía fielmente a mis clases y cómo me miraba ... no dejaba de mirarme y me preguntaba seguido. “Se me pasará” me dije, “pues sólo es una cría”. Además yo sé a quién amo, porque la amo más que a mi vida. Que daría todo, absolutamente, todo por pasar el resto de mi vida junto a ella.

El día anterior dormí fatal. Al llegar a clase llegó un chico y me trajo un telegrama: “te amo, es preciso que lo sepas. A las ocho en mi casa. Tengo una sorpresa. Firmado ywendycrecio@yahoo.es” Sabía que era de ella pues “y wendy creció” es una novela corta que redactó un día. Al ocurrírsele el nombre me dijo: éste es mi e-mail. Te lo dedico como también te dedico la novela corta, que por cierto siempre está escrita en tres líneas.

Al recibir el telegrama se llenó mi pobre corazón de un bienestar sin límites. Ése día tenía una guardia y le pedí a un compañero que me la cubriese. Al acabar mi jornada laboral me fui casi corriendo a la peluquería. Cual fue mi sorpresa que ella estaba allí. ¿Con rulos? ¿Pero si ya tenía rizos? Me sonrió. Le devolví la sonrisa. La peluquera no paraba de hablar, poniendo “podre” a diestro y siniestro, sin ninguna piedad. Eran ya las 5 y yo no había ni siquiera comido. Conmigo terminó a las 6. faltaban 2 horas. Ella ya se había ido a las 5 y media. Me dio un fugaz beso en la mejilla a modo de amigas.

Me susurró:

- “Recuerda: a las 8 en mi casa. Te espero.”
- “Tranquila, la nota me llegó. Gracias”
- “Gracias a ti.”

No sabía bien qué ponerme. Abrí internet por si me habían escrito y hubo un e-mail que me llamó en especial la atención: “nos pusiste a caer de un burro”. Lo había escrito un amigo mariquita de la facultad. Lo borré de inmediato. Era uno de los pocos chicos de los que me he sentido realmente atraída: mariquita perdido. No sé a qué se refería. Lo borré. Él y yo coincidimos un par de veces en las reuniones del colectivo de gays y lesbianas. Un estúpido redomado y vaya e-mail! Pensé un segundo en la función social de los colectivos y caí en la cuenta que lo único que quieren es fiesta. Claro que a mí me gusta la fiesta pero creo que esta vida no es una discoteca. Se podrían hacer muchas más cosas de las que se hacen a parte de criticarse los unos a los otros y las unas a las otras. Leí por encima un e-mail de mi amiga Maite: semprealoia@eresmas.com en el que me invitaba a una fiesta. Ella también pertenecía al colectivo, aunque ella era de fuera conocía a alguna gente. Por su puesto a ese mariquita. Yo ya tenía mi fiesta.

Entre pitos y flautas ya eran más de las 7. No me había ni duchado y aún no me había decidido por ninguno de mis modelitos. Me decanté por un vestido negro, sumamente elegante con un escote muy tentador. Me adjunté un colgante de mi hermano Pedro con un anillo azul a juego que llevaría luego en el dedo índice de la mano derecha.

Las 7:30. Mierda! Me puse unos tacones no demasiado altos. Me recogí el pelo en un moño con unas orquillas. Me sentía bien conmigo misma. Me retoqué los ojos con un poco de rimmel y los labios con un rojo vermellón y me puse colonia: channel nº5 para las ocasiones especiales pues ésta lo era y mucho: ¡un año! Ni más ni menos. Me miré en el espejo y vi a alguien enamorada. Me sentía pletórica incluso nerviosa ¿Cómo estaría ella? ¿Qué habría preparado de cena?

Ya estoy. Cogí el coche y en diez minutos por la autopista llegué a su casa. Mi regalo consistía en unos cds: el último de Madonna, Suzuki de Tosca y Antonio Flores en concierto. Además le llevaba también el libro “Taxi a París” de Ruth Gogoll. Le había pegado cada una de las páginas con súper glue y no se notaba casi nada.

Cuando timbré la puerta ya estaba abierta, estaba arrimada. Su madre no estaba y su hermano Félix no tenía el coche. Estaríamos las dos solas. Solitas.

Entré y sonaba Prince of Fire. Había varias velas encendidas. Ella estaba en la cocina. Allí también había velas que estaban estratégicamente colocadas. Le besé la nuca, me abrazó y me dijo:

- “Me alegra de que hayas llegado. ¿Un martini? ¿Sólo o con hielo?
- “Sabes de sobra que solo. ¿No hay un beso para mí?
- “Aquí lo tienes: el martini”

Literalmente nos comíamos con la mirada. Literalmente nos hacíamos el amor allí mismo. No habría literatura que valiese para narrar aquel feliz momento. Nada más terminar la cena propuso que fuésemos directamente al lecho de amor. Me desnudó. La desnudé. Y el amor hizo acto de presencia. La amé. Me amó. Como era viernes por la noche ninguna de las dos tendría que madrugar el día siguiente. Nos lo tomamos con tranquilidad, incluso con parsimonia. Besé sus nalgas, la parte posterior de las rodillas. Su ombligo. Volvimos a utilizar un plástico film a modo de preservativo. En un momento del acto sexual me dijo que estuviese quieta. Se ausentó durante unos segundos y sacó casi por arte de magia un consolador. Cual fue mi sorpresa al verlo y nos reímos al unísono cuan dos adolescentes en su primera noche. De hecho es como si lo fuese porque cada encuentro con ella lo era. Yo me sentía indefensa. Había veces en que me temblaban las piernas, y de qué manera!! Ella estaba muy bella, muy hermosa. La amaba. No deseaba nada más en éste dichoso mundo que no fuese a ella. Sus largos cabellos. Su piel pálida. Sus ojos color miel. La poca luz que había nos la aportaban las velas que estaban estratégicamente colocadas. Todo era tan mágico, tan romántico. Y la música de compañía. Ahora sonaba Close Cover de Win Mertens y me acordé del sueño. ¿Sería sólo un sueño? Antes de soñar nos dimos nuestros respectivos regalos. Yo suponía que el suyo era el vibrador. No lo era. Le di los míos que estaban en una caja llena de mariquitas. Muy propia me había dicho a mi misma nada más comprarla. El suyo fue totalmente inesperado.

- “Y ahora me toca a mí” –dijo.
- “Haber, sorpréndeme”
- “Soy yo”
- “¿Tú?”
- “Sí: yo”
- “¿Cuándo?”
- “Hoy. Hoy he empaquetado todas mis pertenencias”

Era verdad, pues nada más entrar me había sorprendido ver en una de sus habitaciones todo empaquetado.

- “Durante éstas tres semanas lo he meditado mucho. Te he echado mucho de menos. Sé que no será fácil. Las dos tenemos nuestro carácter. Creo recordar que tu casa es lo suficientemente grande como para acogernos a las dos, ¿no?”
- “Para mí no supone ningún problema, pero ¿y tu madre?”
- “Ya he hablado con Félix y no hay ningún problema. Ambos se lo han tomado bien. Vendré un fin de semana sí y otro no.”
- “No hay más que hablar. Te amo hasta el infinito”
- “Ídem”

Dormimos con nuestros juntos: el uno pegado al de la otra. Al día siguiente nos despertamos temprano de mutuo acuerdo, así podíamos recoger todo antes de que llegasen su hermano y su madre. Cogimos algunas de las bolsas y las llevamos a mi coche. Aunque no es demasiado grande sí espacioso, retiramos los asientos hacia delante y pudimos introducir cuatro cajas. Todavía quedaban tres cajas y toda su ropa. Ella se quedó en su casa mientras yo llevaba el resto. Las dejé en el portal adjuntando una nota. Cuando llegué ya había bajado el resto de cosas. Ésta vez fuimos las dos hasta mi casa. Tomamos un café tranquilamente. Hizo, como tantas veces, mi hogar, su espacio. Para mí no suponía ningún problema el hecho de verla pulular por allí ya que en el fondo era mi ilusión. Desayunamos unos croissants que ella había ido a comprar a una panadería. Comenzamos a colocar sus pertenencias: una a una. Pude ver algunas fotos que tenía de nosotras y que yo había roto con rabia. Había hecho copias, lo cual me alegraba. Teníamos el día entero para nosotras. Podríamos haber ido al cine o al teatro. No lo hicimos. Nos quedamos como dos tontas viendo la televisión. Echaban “The L world” por un canal de pago. Nos echamos unas risas. Aunque la serie es un poco estereotipo nos reímos bastante. Ambas coincidimos en que todas las mujeres de la serie estaban bastante cachondas. El día se nos pasó volando. Sin darnos cuenta eran ya las cuatro y ni siquiera habíamos comido. Preparé unos spaguetti a la bolognesa. Yo debía y tenía que preparar la clase del día siguiente. Ella tenía que colocar todas sus cosas. Nos pusimos manos a la obra. Pusimos música de Blur, Parklife, y cantamos como posesas en nuestros respectivos descansos.

Los días se sucedieron: uno tras otro. Nuestra convivencia era como la de cualquier pareja: unos días mejores que otros. Lo que más ansiaba era oírla entrar en nuestro hogar. Creamos nuestro propio código de amor. A nuestro hogar le llamábamos infantilmente Wendy. Al lecho Bugy, como Bogart. A la cocina Bacall, como la mujer de Bogart.

Un día recibí un paquete. En él venía un gato. Adoro los gatos, le había dicho yo en una ocasión. Era y es un perro. Le llamamos “Querido”, una palabra sumamente cariñosa, pues él lo era.. Ojos verdes, no muy común entre ése tipo de raza. Nos leíamos mutuamente poemas de amor. Escuchábamos música a todas horas. Permanecíamos, las más de las veces, escuchando lo que habíamos hecho durante el día. Cosas rutilantes. Salíamos de vez en cuando junto a nuestros amigos. Básicamente porque pensamos que los amigos son como las plantas: “si no los riegas y los atiendes se mueren”. Así que nos poníamos una ropa sencilla y salíamos con ellos. Por mi parte a veces la pintaba. Ella se quedaba inmóvil. La realidad es más bella que el arte. Aunque el arte por sí mismo es y será bello.

Un día tuvimos un debate muy interesante sobre si existía o no el famoso talento. Durante bastante tiempo de la conversación yo sostuve que no existía. Ella intentó por todos los medios convencerme de que sí existía. Al final acabó por convencerme. Ella sostenía que, por ejemplo, Mozart o Picasso, eran talentos, que, aunque hubiesen nacido en otros países hubiesen triunfado igual. Por mi parte le decía una frase muy propia de la psicología conductista: “somos víctimas de nuestras circunstancias”. Me refería, básicamente, a que las circunstancias, el entorno, el ambiente ... son fundamentales para que ése talento salga a flote. Además recordaba la vida de Picasso y le decía que su padre era profesor de bellas artes. Que empezó siendo un crío: primero pintando azoteas y balcones para luego pasarse a pintar tal cual la realidad, realizando copias exactas tanto de su padre como de su madre. Además él decía que “si existe la inspiración que me pille trabajando”. Lo cual nos lleva que, aunque tengas talento, es necesario el trabajo. Ella sostenía que ése postulado era evidente, pues si no riegas tus plantas, por muy bellas que sean, no crecerán. En cambio hay muchas personas (las más) que no tienen un talento, por así decirlo, definido. Que se van construyendo a sí mismas. Que encuentran su vía de trabajo. Yo me acordaba lo que decía un profesor mío de la facultad respecto a los artistas: “Son como cebollas. Tienen numerosas e infinitas capas, las cuales han de ir “quitando” paulatinamente”. Ella estaba de acuerdo con ésa frase, pues todos tenemos nuestros bloqueos y “nuestras pajas mentales” que hemos de ir puliendo y/o quitando, pues nadie ha nacido aprendido. Repasamos en voz alta algunos de los que pensábamos que eran talentos puros: Klimt, Stanislavsky, el propio Picasso, Mozart, García Lorca, Hitler, Madame Curie ... y así hasta una lista innumerable de poetas, políticos, artistas, científicos. En lo que estábamos absolutamente de acuerdo es que sin el suficiente esfuerzo, trabajo y energía, todo el talento se iría al garete. Vamos, que no existiría. Buscamos por internet la frase: “¿Existe el talento?” Pero no nos ayudó para aclarar nuestras dudas. Con ésa pregunta sin resolver decidimos posponer el debate y preguntarle a nuestros amigos qué pensaban sobre el talento.

Como dije antes salíamos de vez en cuando con ellos. Fuimos al Katmandú, el bar de ambiente dónde nos besamos por primera vez. Cogimos alguna que otra borrachera. Era muy divertido. Nos sentíamos pletóricas la una junto a la otra. Cantábamos las canciones que nos ponían allí. Básicamente de la época de los ochenta, aunque he de decir que a mí los ochenta ni me van ni me vienen. De hecho aborrezco esa música pero a ella le gusta , con lo cual ... hay que aguantar el tirón y tirar pa’lante.

Alguna vez íbamos a tomar café a nuestra cafetería preferida. Estaba Juan, el camarero, que, muy amablemente nos ponía alguna que otra tapita. Las dos permanecíamos en silencio, leyendo nuestros respectivos libros. Era un silencio cómodo. Sonaba la música y nos dejábamos llevar. No era necesario hablar. Dicen los orientales que si no tienes otra cosa más bella que decir no rompas la belleza del silencio. Amaba su silencio. Amaba su presencia. La amaba y la amaré. Con eso me basta.

Durante el tiempo que vivimos juntas nos entendíamos casi a la perfección. Se convirtió, como no, en la compañera que siempre había soñado. Discreta cuando hacía falta. Medio loca cuando ella deseaba. Durante el verano y durante nuestras cortas pero intensas vacaciones decidimos quedarnos en casa y con ello cambiar algunos de los muebles ya que estaban algo viejos.

Fugazmente pasó un año. Estábamos próximas otra vez a nuestro segundo (¡!) aniversario. Mantuvimos una interesante conversación sobre la diferencia entre el amar y el querer. Ambas coincidíamos que se puede querer a muchas personas pero amar a muy pocas. Ella es sumamente inteligente es por una de las numerosas razones por las que la amo. En el amor, es decir, cuando amamos nos enamoramos de un compendio de detalles casi insignificantes. Y, cuando el tiempo pasa, como dice la canción, son esos detalles los que nos vuelven locos. Locos de amor se entiende. Y para que exista amor han de estar irremediablemente los celos por medio. Lo que ocurría entre nosotras dos es que pasábamos mucho tiempo juntas. No nos importaba, las más de las veces, aislarnos del mundo simplemente con un libro y un café. Estábamos las dos muy a gusto. Como bien dicen ha de existir la pasión y “el mundo lo mueven las pasiones, a mí me mueve ella”.

Llegó nuestro segundo aniversario. Llegábamos a él enamoradas, conviviendo juntas y con un animal por medio, nuestro “querido”. Además ya habíamos comprado algunos muebles en común: “¿qué más se podía pedir?” me decía yo a mi misma. Ojalá pudiésemos inmortalizar los momentos y vivir siempre el presente, agarrarnos a él, sin preocuparnos del futuro.

Fátima se empezó a interesar por mi vida, yo no le daba mayor importancia. “Sólo es una alumna” –me decía a mí misma: “Nada más. Además yo sé a quién amo, por lo tanto:NA-DA”

Un día me preguntó mi teléfono y no miento que me chocó. No le di mayor importancia. Me llamó desde la calle y casi me rogó para tomar un café. Le dije dónde vivía y se pasó a primera hora.

Eran las 8:30 a.m. de un día que no recuerdo. Yo ése día tenía la mañana libre pero tendría que ir a la compra y mi novia tenía que trabajar. Le dije que viniese a casa a desayunar: accedió. Cuando le estaba explicando el tema de la Revolución Rusa, el asesinato de Leon Trosky a manos del español Ramón Mercader: un espía manipulado por su madre: Caridad Mercader en México ... apareció mi novia, descalza y con sólo una camisa azul muy masculina que yo le había regalado por su cumpleaños, la cara de Fátima fue un poema: se quedó muda. No sé si se sorprendió que yo amase a otra mujer ó si por el contrario la encontraba atractiva. No lo sé, la verdad. Se hizo un silencio y se marchó. Sospeché que le había pasado algo porque su voz mudó y le brotaban unas ingenuas lágrimas. No voy a negar de que Fátima me resultaba atraída. Si fuese otra situación, a lo mejor ... Pero no lo era. Yo amaba a quién amaba y tenía la inmensa fortuna de ser correspondida. Nada que hacer. Cuando volví de acompañar a Fátima de la puerta mi novia me preguntó si algo iba mal: “No” –le contesté, “Es una chica un poco especial”.

Desde aquel día Fátima no volvió a aparecer por clase. Pregunté a sus compañeros pero no sabían nada de ella. La llamé a su teléfono pero siempre estaba fuera de cobertura, le envié algún mensaje al cual nunca me respondió. Llamé a sus padres pero tampoco había nadie: ¿se habría mudado?

Más tarde me enteré de que había empezado a trabajar en la imprenta de sus padres. La llamé pero no me contestó. La dejé pasar. Era una pena porque era muy aplicada y eso me entristecía pero ¿qué podía hacer yo?


Cuando llevábamos 2 años viviendo juntas (¡ya!?), además del año como pareja decidimos algo que nos cambiaría definitivamente la vida: nuestra vida. Por inseminación artificial y con permiso de Félix, su hermano, accedí a quedarme en estado: si era niña se llamaría Nieve, si fuese niño Etiam. Tendríamos que deshacernos de “querido”. Mis padres lo acogieron como si fuese un hijo. Para que nuestras familias se enterasen las hicimos juntar a ambas. Una comida formal para una noticia “informal”. Al finalizar el café les dibujamos un árbol genealógico y con dos posibles nombres al final. Tardaron en coger la indirecta-directa pero Félix, su hermano, dijo:

- “¡Coño, una criatura nueva en la familia!”

Todos sin excepción se echaron a reír y nos abrazaron como nunca lo habían hecho. Les había cogido de improvisto. Yo me sonrojé y dije:

- “Lo voy a “incubar” yo. Es decisión de las dos. Si luego decidimos tener otra criatura será ella. Cada cual con lo suyo , no?”

El primer mes de embarazo me trastocó. Había veces en las que me sentía cansada. Ella siempre estaba ahí apoyándome.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Durante los dos últimos meses tenía náuseas. ¡Es un horror! “Ni te lo puedes ni imaginar” –le decía yo. A lo cual ella me respondía: “Tranquila, la próxima vez me toca a mí”. Realmente ésas palabras surtían efecto en mí. Sabía que ella me amaba y ella sabía que yo la amaba a ella.

Se llamó Nieve: Nieve Iglesias Álvarez. Primero el apellido de ella y luego el mío. Había desestimado la idea de casarnos, básicamente porque yo soy atea y a ella ni le va ni le viene eso de pasar por la bicaría. Ni siquiera la bautizamos. La llevamos al Registro Civil. Dos madres. Dos mujeres. Ahora la tercera ... ¿en discordia? Por su puesto que no. Vivíamos en mi casa y habilitamos el estudio que era oficina de mi novia. Aunque la mayoría de veces dormía con nosotras en mitad de la cama.

El parto fue increíble: 3 Kg, 250 gr para ser más exactos. Se llamó Nieve gracias ó por culpa de mi novela favorita. Se podría haber llamado “Copo de Primavera” pero era demasiado hortera, demasiado cursi, simplemente: demasiado. Tenía los ojos marrones color miel como mi amor, pelo casi rubio como yo. Cualquier hombre ó mujer se enamoraría perdidamente nada más verla.

El tiempo se nos escapaba de las manos como cuando quieres coger mucha arena y no cesa de escaparte por donde menos te lo esperes. Así es como llegamos al cénit de nuestra relación. Más bien sería al ocaso porque ella cesó de amarme. No sé bien lo que le ocurrió. Tuvimos a Roma, nuestra segunda hija, ésta vez fue ella quien decidió tenerla por inseminación artificial. Nieve tenía ya un año y era nuestro “juguete” preferido. Nuestros amigos le regalaron todo tipo de juguetes. Un puzle!! –me dije yo. Era un puzle sencillo, nada más que nueve sencillas piezas. Cuando Roma llegó las más de las veces, tanto su madre como mis padres, nos ayudaban a cuidarla. Yo tuve una depresión post-parto a raíz de tener a Nieve. No lo pude evitar. Después de nueve meses de gestación es algo normal. Ó eso me decían sin cesar los médicos. Me medicaron con anti-depresivos. Ella estuvo ahí. Pero al gestar a Roma algo cambió.

Tuvimos alguna que otra discusión. Teníamos suerte porque las criaturas no estaban. Bien estaban en la guardería o con nuestros padres. Eran discusiones sin mucho sentido. Yo, por mi parte, no le daba importancia. A veces yo rompía a llorar sin motivo alguno. No lo podía evitar, me venían así sin pensar y sin reflexionar. Ella intentaba por todos los medios razonar conmigo. Yo todavía estaba de baja maternal. La casa estaba patas arriba ya que las niñas no cesaban de jugar. Lo que nunca en mi vida pensaba en ésos momentos tan agridulces es que podía romper con nuestro amor y menos con nuestra eterna amistad. Juro que no lo pensaba. Igual a ella se le pasaba muy a menudo. Llegué además de tomar anti-depresivos a ir asiduamente a una psicóloga. Mi novia a veces venía conmigo. Pero yo no arrancaba. Tenía ganas de llorar continuamente.

Un día después del trabajo encontré una nota escrita en puño y letra por ella.
“ME VOY. YA NO TE AMO. NO ME BUSQUES. YA TE LLAMARÉ. LO SIENTO: ME HABRÍA GUSTADO QUE NO FUESE ASÍ.”






















Durante días la estuve buscando tan desesperadamente como pude. No contestaba al teléfono. Ya no vivía en su casa. Había dejado repentinamente su trabajo. Sus amigos/as no sabían nada de ella. Literalmente la había tragado la tierra. Confundía su rostro entre la multitud. Iba por los bares a los que solíamos ir las dos juntas a leer. Le envié mensajes, e-mails, incluso faxes ... y nada. Pero, ¿dónde se habría metido? Me preguntaba yo sin cesar. Yo trabajaba sin cesar. De casa al trabajo. Con las dos criaturas. Menos mal que Silvia me echaba un cabo que si no!! Le escribí los versos más bellos que jamás he escrito de ellos. A todos ellos los he escrito para que con ello el viento no se los llevo. Ojalá algún día sus ojos lo pudiesen leer.


Cuántas veces he soñado
Que tu silencio fuese algo más

Cuántas veces he ansiado
Que fuese algo más

Cuántas veces te he amado
Sin mediar palabra

Cuántas veces te he observado
Sin hablar nada

Cuántas veces ...??

Cuántas veces te susurraría
Que te amo más cada día!!
Vida mía
Porque de hecho lo hago
Te profeso un amor profundo
Eterno en la eternidad
Hetéreo en la hetereidad

Ya ha pasado tiempo,
El suficiente como para olvidarte
He sido incapaz de ello
Todavía me resuena tu voz
Todavía me resuena su tono
Todavía ...!!!
Pasan los días y me deshago
Cada día
Por dentro
A veces no puedo
Con tanto amor
Que llevo dentro
Pensé que sería sencillo
El olvidarla, el no-amarla
El enamorarme de otras
Y así ser feliz
De una vez por todas
No he podido
Me tiene presa
Presa de su cara,
De su cuerpo
Que tanto deseo
Presa de su alma
Que deseo besarla
Tanto que lo daría TODO
Todo por NADA
Nada por TODO

Estoy deshecha
Mis ruinas están deshechas
Por dentro
Me duele todo
Y no encuentro el modo
La fórmula de olvidarla
Para no-amarla
Y decirle al oído:
Te amo tanto
Que todo el oro del mundo
Sería insuficiente para saciarme
Del amor que ahora siento por ti
Mi belleza robada
Por quién no me ama

Me despierto,
No te veo.
Vagueo por las calles.
Busco desesperada tu cara,
Tu sonrisa que no veo,
Tu cabello que tanto deseo.
Pistas que me guíen hacia ti,
Dónde te metes?
Mientras vagueo tras tu rastro me miento!
Dónde te escondes?
El día que te encuentre
No sabré dónde meterme
No sabiendo qué decirte
A mi mente vas y vienes
Tu mirada me persigue
Tus manos me susurran
Cómo me rozarían?
Cómo te besaría?
Son espejismos lo que siento?
Oasis inmundo
Tu boca arena desértica
Tu cabello el desierto
Cuándo poder llegar?
Eres real
Tu cintura son ondas
Y tu voz me susurra.

Por fin dio señales de vida y quedamos una mañana para tomar el café en el bar de la esquina. Yo a penas había dormido entre las niñas todo que se estaba lleno a pique... no podía más. Tenía que hablarlo y hablarlo con ella, pues el amor es cuestión de dos y de nadie más. Mis amigos me sirvieron de consuelo pero eso no era suficiente. Tenía que hablar con ella, de ella y de mí: de nosotras. Quedamos a las 10 en punto, si una no acudía no nos volveríamos a ver en la vida. Llegué 5 minutos antes. Ella estaba allí, inmóvil, sumamente hermosa, sumamente ella. Tuve que maquillarme previamente porque tenía unas hojeras del copón. Había llorado mucho. La echaba muchísimo de menos: ¿y ella a mí?

- ELLA: “Hola”
- YO: “Hola”
- ELLA: “Me he liado con Juan, mi amigo de la infancia. Le amo. Además tengo el SIDA. Él es drogadicto. Me he mudado y ahora vivo con él. Él me ama.”
- YO: “¿Por qué no me lo has dicho antes?
- ELLA: “Tenía miedo a perder tu amistad. Lo siento, ya no te amo.”
- YO:“Yo también lo siento pero qué sientes tú? Yo he estado cuando me has necesitado. Ahora que te necesito yo tú ya no estás”
- ELLA: “No hay más que hablar. Te he amado hasta el infinito y he vuelto de él. Ya no aguanto más. Desde que Roma nació has estado insoportable. Pensé que la crisis del post-parto te pasaría en seguida, pero no ha sido así, con lo cual ...”
- YO: “Con lo cual me dejas. Una pregunta: ¿Te gustó?”
- ELLA: “¿El qué?”
- YO:“El haberte acostado con él y todo eso. ¿Besa bien? ¿Te folla bien? Vamos ¿si se la chupas con gusto, que si llegas al orgasmo múltiple? ¿Te la come?
- ELLA:“Eres-eres ... insoportable. Das pena”
- YO: “¿Así? ¿Por? Me preocupo por ti, nada más. Deseo tanto tu felicidad como la mía. Yo ahora te necesito más que nunca, ¿es que no te das cuenta??”
- ELLA: “Ya es tarde. El tranvía pasó por tu puerta y lo has dejado pasar ...”
- YO: “Te amo, es preciso que lo sepas”
- ELLA: “Te amado con behemencia. Espero que esto no rompa nuestra amistad, sería una pena el haberla perdido”
- YO: “Tranquila, yo estaré cuando me necesites. Te ruego una cosa, probablemente te sorprenda el escucharla pero la siento así: ámalo. Ámalo con toda tu alma. Que sepa que lo ames (y él a ti) toda tu puta vida. Si no sería muy vil por tu parte. No te mientas: ámalo y deja estar lo nuestro.”
- ELLA: “Lo amaré hasta el final de mis días, como amo los amaneceres y los anocheceres. Sé que él me ama y con eso me basta.”
- YO: “Por mucho que me empeñe no doy estado en tu piel. Pues tus sentimientos son tuyos y, como dicen:1º son los sentimientos y luego ... el amor”
- ELLA: “Espero que no me guardes rencor”
- YO: “No lo haré. Puedes estar tranquila”
- ELLA: “Y no te preocupes por la enfermedad, todavía no saben si es SIDA o otra enfermedad pero lo más probable es que sea SIDA.”
- YO: “Cuidate”
- ELLA:“Lo mismo digo”
- YO: “No os molestaré mientras estéis amándoos”

Sus palabras poseían: rencor, dolor y un poderoso sentimiento de veneno. La comprendí. Soy así.Mis lágrimas surcaban mi alma sin cesar. No sabía a quién implorar, si es que se podía implorar a alguien. Quizá a ella: su perdon. O quizá a su orgullo dañado.

Desde aquel entonces no supe de su vida. A pesar de que la deseaba en cuerpo y alma ya tenía lo que yo no quería su NO eterno. Desde aquel entonces desaparecí de su vida.

Seguí trabajando por un tiempo no demasiado largo en mis quehaceres cotidianos. Reflexioné, le seguí escribiendo. Creando las mejores palabras que he creado.Fui creando a una persona totalmente distinta hasta entonces. Prohibiéndome amarla conseguiría por lo menos evitarle sufrimientos inútiles para ambas.

Pasaron días, segundos, anocheceres, meses ... canciones sin sentido alguno. Mi vida mudó. Me invuí en una vida sin complicaciones. Con monotonía y sin explicaciones.

Porque dicen: “Hace falta mucho valor para reconocer lo que amamos”. Y también dicen: “Es una catástrofe mundial el no poder obligar a que nos amen”.

Una vez, pasado el tiempo, me pregunto sin cesar si la verdad es que no es mejor así. Somos demasiado semejantes como para amarnos semejantemente, valga la redundancia.

Pero habría dado todo. Sin pedir nada a cambio. Cuando la conocí intuí que algo me ocurría en mi estómago, ahí por el hígado ó el páncreas.Todavía al oír su voz en mi interior tengo unas cosquillas constantes, un no sé qué hacer si la veo. Le escribo sin esperar respuesta alguna.

Lo peor de todo es la soledad y no es precisamente una soledad buscada, mas bien al contraro. Es la continua sensación de permanecer en el olvido. De ver continuamente a la gente, ver a una pareja que se ama y no ver esos brazos que me rodean. Alguien que no me besa. Alguien que no me escucha. Gente que me observa como el viejo de hace un rato; como la vieja de uno de mis viajes en soledad por tierras lejanas.

Desde que cesó su amor me he dedicado a bagar por ciudades tanto lejanas a ella como a mí. Huyendo de su recuerdo que lo recuerdo. Huyendo de su mirada que me mira a los ojos. Huyendo de su presencia, que se ausenta. Huyendo de su querer que cesó de amarme. Huyendo de mí misma para encontrarme una y otra vez contra la misma pared. Con ello no conseguí nada: absolutamente nada. Cuando regresñe ella no estaba, sus labios no me besabann, sus brazos no me abrazaban y su querer ya no me quería. Lloré y lloré sin cesar de amarla. Es el eterno no, la sombra de la memoria, memoria innombrable. Es el sinvivir del tiempo, los segundos que no pasan, los amaneceres que no amanecen, la luna que no aparece, el cigarro que no se apaga ... tantos sentimientos que intento ... ocultar y guardar en mi triste corazón. Su corazón no me ama. Triste corazón de amor. Corazón que ya no siente pasión por mí.

Me quedo quieta. Suena la música de antaño. La gente pasea. ¿Qué mirarán? No miro para a fuera. A fuera llueve. Mañana será otro día. Dormiré. Descansaré. Comeré y no la llamaré ... intentaré no amarla, aunque sólo sea un poco. Aunque sólo sea durante un mísero minuto. Aunque sólo sea un durante un segundo. Porque ahora ya sé que no me siente. Sé lo que siente por mí. Sé que ya no me ama, porque el amor es lo más triste cuando se acaba. Y créanme, mi pobre corazón está triste, muy triste por ella. Nuestras criaturas están espléndidas, pero ella no está. La casa: como siempre, sin su presencia que se ausenta una y otra vez. Las calles mojadas. El cielo gris. Lo siento por mí. La gente sigue paseando. Los árboles se mueven. Semejan que danzan. El viento los golpea. Y ella no me besa.

Últimamente camino mucho, por las calles mojadas, por las mismas calles en las que charlábamos las dos juntas. Cuando camino sola tengo inmensas ganas de expresar lo que siento a diestro y siniestro. Mientras me tomo tranquilamente un café en el mismo sitio, sin ella, recuerdo con nostalgia lo que un día fue, que ahora ya no es. Tengo ganas de gritar. Tengo ganas de llorar, de clamar al cielo y al viento que lo siento, que siento lo que siento: amor por tu cuerpo. Y me oculto en mí misma, en mis pensamientos, en su mirada, en el sinvivir que da el tiempo. No importa dónde esté, la seguiré amando siempre, en mi mente, en mi alma que le ama sin cesar. Porque una persona cuando está con otra persona no son dos personas: son una relación. Son más de dos. Y dudo mucho que se puedan amar a dos personas a la vez. Aunque eso es cuestión de sentir. Lo que siento es que no le tengo y eso me hiere. Me hiere de muerte imaginándote con su amor, que ya no soy yo. Me hiere pensar que se va a morir y no de amor precisamente. Que ya no le volveré a ver. Lloro y lloro por dentro. Mis lágrimas están presas porque ella no me besa. Aaaaaaaaaah!!! ¿por qué no elegir de quién enamorarnos? ¿Acaso no sería todo más sencillo? Elegirla, elegirlo y todos tan contentos. Evitar el sufrimiento tanto propio como ajeno. Que sepa que su silencio me ha dolido. Me ha matado de ... muerte.

Mas he de seguir. He de seguir con mi vida, que es mía. He de seguir cantando. He de seguir comiendo, corriendo tras del viento. Seguir viviendo es un eterno y continuo pasatiempo.


Y lo peor de todo es que la sigo amando como el primer día. No hay un segundo que deje de pensar en ella. Me porté mal y lo sé. Pero las depresiones son así. Estás abajo y por mucho que intentes subir no das. He vuelto a fumar. Mis amigos y mi familia me insisten y me ruegan que la deje estar. Mas no doy. La sigo amando. No me quiere ver ni en pintura. La sigo pintando. La sigo deseando. Le escribo poemas de amor. Echo de menos su presencia. Miro el teléfono y no suena. Me gustaría no tener manos ni sentir lo que siento. Me gustaría enamorarme de otras (o de otros). Como antaño siempre que leo algún libro la veo a ella continuamente. El desamor es uno de los peores sentimientos que existen. Pues nada puedo hacer. Sólo rezar para que aparezca alguien cuando menos lo espere ... Recuerdo con añoranza y esperanza que algún día vuelva a mi lado. Que me ame como antaño. Que sienta por mí lo que yo siento por ella. Mas nada puedo hacer. Nada está ya en mis pobres manos. Las criaturas crecen pero ella no las ve crecer. El tiempo cambia pero ella no lo ve, por lo menos no a mi lado. ¡Qué puedo yo hacer?









































Anotaciones (this is the end)

Dedico éste libro a María Corradi, a Eva Zambrano y a Susana Guzner por ser tan “insensatas” J

También lo dedico a la persona de quién algún día me enamoraré perdidamente. Todavía desconozco su nombre.

Evidentemente no puedo ni debo obviar a mi familia: pues siempre han estado ahí. Gracias.

El e-mail escrito ywendycrecio@yahoo.es existe. Espero ansiosa las posibles y probables críticas. Espero que sean lo más constructivas posibles. El otro e-mail semprealoia@eresmas.com también existe, como también existe Maite pero ella ya no es mi amiga.

Ésta novela es ficticia, aunque se basa en una hipotética realidad que nunca existirá más que en mi mente y en mi corazón. Está escrita con puño y letra con mucho amor. Mi alma está presente en todo el relato.

Las pinturas: “Amaneceres contigo” y “Madonna quanto è bella” existen, así como también el poemario “El suicidio de los sueños” y el relato corto “Y wendy creció” que le había escrito <> a la protagonista.

Por el resto: le he de agradecer eternamente la compañía a Marlango y, en especial, a trains. Y sobre todo gracias a vosotros/as por haber pasado un agradable momento con alguien como yo. Ha sido un auténtico placer el haberlo escrito, espero pues que les haya gustado y si no, ya saben: igual algún día crezco!!!
Firmado:
ywendycrecio@yahoo.es
















































Porque subir contigo es demasiado sencillo.

Después de haber asistido a aquella intensa conferencia deseaba con todo mi ser compartirla con alguien: con mis amigos podría haber sido demasiado banal.

Iba en el coche cuando la vi. Cruzabas la calle de una esquina a otra. Mi mente no quería parar pero infantilmente mi pié derecho se posó sobre el freno. Fue mi perdición. Pude haber seguido mi camino. Pero ésa no fue mi reacción, que muy probablemente habría sido la más adecuada. No lo hice. Bajé la ventanilla y con un: “Hola, ¿Qué tal? Te apetece tomar un café?” accediste de inmediato: fue nuestra perdición. Subiste al coche: puse mi, luego sería la nuestra, música predilecta.

Hablamos del tiempo. De nuestros qué haceres cotidianos e iniciamos el rumbo hacia el “país de nunca jamás”. En sus ojos destelleaba el deseo más ferviente hacia mí que jamás había imaginado. Además del café que compartimos, nuestras miradas se fundieron en un solo ser. Compartí con ella absolutamente todo lo expuesto por aquella abogada que, como ella, también se declaraba abiertamente feminista. Al terminar los pinchos que nos habían puesto fuimos por la calle, agarré sutilmente su mano y la besé.

Así empezó todo. Y no se acabó. Accedió sin condiciones a mi lecho. De hecho le invité a desayunar. Le masajeé, ya que llevaba un duro día de trabajo en la oficina. “Así qué mejor que un masaje” –me dije. Al terminarlo le besé la nuca. Luego bajé muy lentamente por cada vértebra para que sintiese mi piel con la suya. Puse la misma música que había puesto en el coche. Le hizo gracia el poder escuchar una grabación mía de pequeña. Cuando recitaba poemas en un inglés casi-perfecto. Mientras sonaba la música llegué a su cintura. Posé mi codo derecho en tu nalga izquierda y comenzó a gemir. De hecho no lo esperaba.

- Le comenté: “Es un masaje muy especial para alguien muy especial”
- -“Gracias” – me contestó..
- -“Gracias a ti”.

Después de unas fugaces pero intensas cosquillas en las plantas de los pies se dio la vuelta. La amé hasta el amanecer. Le observé mientras dormía junto a mí, “dormías, amor?”. Le besé fugazmente los labios y le llevé además del café con leche, unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, ahora sé que son tus favoritas. Y mi flor predilecta: un lilium real.

Rozando su cuerpo me fijé en su tatuaje: ¿una rosa del desierto?¿ó era un símbolo celta? Sus cabellos me lo impedían ver. Además la tenue luz que se filtraba por la persiana no era la adecuada. Me sonrió al verme llegar completamente desnuda trayéndole el desayuno: “¡Buenos días, Amores todos los días!” Volvía a encender la cadena de música de inmensas dimensiones que se había hecho un hueco en la sala.

- -¿Qué hora es? –me preguntaste-.
- “La hora en que las niñas buenas se toman el café” –te contesté.
- “He de irme pronto. Tengo dos reuniones, ¿comemos juntas”
- “No puedo, es decir, no sé si debo ...”
- “¿Por?”
- “Tengo que dar varias clases y muy probablemente llegue exhausta. Casi prefiero dejarlo para otro día”
- “Es una pena”
- “Y que lo digas”

Se creó un silencio entre ambas. Seguía sonando la música. Puse la radio. Eran las 8 a.m. y ella se debía marchar. Se duchó, queriéndome introducir en la bañera. Yo ya estaba vestida. Me dio un beso y se fue.

Las horas no me daban pasado. Pues había dormido muy poco perdiendo el tiempo en dilaciones, en ella y en nosotras ... Me fui a casa y pedí una pizza: tropical con mucha piña y mucho maíz. Por la tarde la llamé. No contestó. Supuse que tendría más trabajo del habitual. No me preocupé. Di mis tres clases casi de memoria. Vieron un documental sobre los nazis y sobre el nazismo. Hicimos un video-forum muy interesante y me fui para casa.

Debían de ser las 3 a.m. cuando me llamó. Tenía la voz ronca de tanto fumar. La noté preocupada.

- “Mi padre ha muerto. Estamos en el hospital: accidente de coche.”
- “Voy corriendo”
- “Tranquila, ten cuidado, por favor”

Cuando llegué estaba de pié llorando, su hermano Félix le estaba consolando. En ése momento sabía perfectamente por qué la amaba tanto. Su madre estaba dentro. La fui a abrazar. Entre sollozo y sollozo logró decirme:

- “ Me alegro de que estés aquí. Ella te necesita”-La abracé como no había abrazado a nadie en mi vida.
- “Mi vida, lo siento”. –Le dije a mi amada.
- “El otro conductor había bebido ... aaaah, llamaron a mi madre desde el hospital. Ésta vida es una mierda!”

La abracé y cómo no supe qué decir: no había nada que decir.

- “Mañana es el entierro”
- “Iré”
- “Lo van a quemar, era su voluntad. Vamos a donar los órganos”.
- “Te amo”
- “Y yo a ti”.

Aunque nos conocíamos desde 6 meses (ya!!) era como si nos conociésemos desde hacía años. Cuando la conocí, por medio de unas amigas, supe que nunca nos separaríamos. Nos conocimos en un bar. Y con una mirada nos dimos cuenta de que el destino nos había unido ... La primera noche fue mágica. La recordaré siempre con nostalgia. Ella: una experta; yo: virgen (por lo menos con mujeres). La recuerdo a la perfección. Ambas habíamos salido con nuestros respectivos grupos de amigos/as. Ella iba impresionante: una falda que te llegaba a los pies y con un “top” Mao rojo con bordados amarillos. Yo vestía una camiseta negra que me habían regalado mis amigos por mi cumpleaños y con un pantalón negro a juego. Al entrar intuí su presencia antes de que me viese. Estaba con María, nuestra futura celestina, con Laura y Juan. Yo llegué sola, pues había quedado allí con Silvia, una amiga de facultad y de borracheras. No tenía pensado beber más bien al contrario. Deseaba verla ... deseaba amarla. Al verme se giró. María vino en mi búsqueda. Justo en ése instante no había mucha gente. Era un pub de ambiente. Yo no cesaba de observarla. Le saludé cordialmente. María me dijo: “Ella está por ti”. “Idem”, le contesté.

Nuestros cuerpos se juntaron. Besé sus labios, mi lengua se encontró con la suya. Aparté su cabello largo, me tocó con descaro el culo. Y nos fundimos en un eterno abrazo. Decidió seguirme, nos cogimos de la mano: fue nuestro primer encuentro.

La primera vez decidimos ir por mutuo acuerdo a una pensión, pues yo de aquella todavía vivía en la casa de mis padres. La pensión se llamaba: “Deseo”. Besé sus labios nuevamente. Cubrí su cara entera de besos. Se me escapó un “te quiero” a lo cual ella me contestó “y yo a ti”. Nuestros cuerpos se juntaron. Poco a poco fui recorriendo tu cuello, hasta llegar a tus senos que estaban pletóricos de excitación. Llegué a tu ombligo. Parada obligada pues es uno de mis lugares preferidos. Se fue desnudando. Todavía permanecimos de pie, junto a la cama. Cerró los ojos. Estaba muy hermosa. Comenzó a gemir. Se acostó y me quité el resto de la ropa y me introduje dentro de ella. Me sujetó la cabeza con sumo cuidado. Gemía, vaya si gemía ... Volví a besar sus carnosos labios. Me introdujo los dedos pidiéndome que yo me pusiese debajo. “Ahora me toca a mí”. Estaba llegando al cielo con ella y no me quería ir ... sin probar las nubes. Una sensación de bienestar se apoderó de mí y le besé el cuello. Dormimos la una junto a la otra, con apenas una sábana. Era verano. La abrazaba y su olor me penetraba hasta las entrañas. Estaba tan hermosa... La habría pintado justo en ése momento. Lo habría inmortalizado. Al despedirnos me dio su teléfono y un besazo en la comisura de los labios.

- “Nos vemos” –dijiste.
- “¿Cuándo?”
- “Cuando menos te lo esperes ...”
- “Soy impaciente, dime cuándo y dónde”
- “Allí dónde te dicte tu sentir”
- “¿Mañana a las 6 en tu casa?”
- “No puedo. Trabajo”
- “Llámame y quedamos. Un beso”

Ahora, aquí, en el funeral de su padre, no cesaba de consolarte. Permanecía abrazada a mí. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Sus amigas asistieron al funeral. Nos saludaron.

- “Ya nos veremos” –dijo.
- “Cuando tu alma te lo pida”
- “Te amo”
- “No más que yo a ti, sabes donde estoy”

Al llegar a mi hogar me desplomé en el sofá. Vestida como estaba dormí plácidamente toda la tarde. Pasaron los días y las noches. No supe nada de ella. Me imaginé que estaría agotada y que necesitaría tomar su tiempo. “Normal”, me dije.

- “Deseo irme lejos, lejos de todo. ¿Qué te parece irnos las dos solas a la playa de las Catedrales?”
- “Perfecto. ¿Cuándo?”
- “Ahora. Necesito desconectar de todo lo que me rodea”
- “He de darme de baja”.
- “Okey, yo ya lo he hecho”.

Nos vimos dos horas más tarde. Nos fuimos en mi coche. Ya había cargado todas mis pertenencias.

“Allá vamos!!”
“Gracias” – y me besa en los labios.

Por lo general no solemos manifestar nuestro amor en público pero en unas circunstancias como aquellas: todo vale.

Partimos rumbo a Ribadeo. Pusimos nuestra música favorita: Watling y Marlango. Cantamos con la música a todo volumen. Necesitábamos urgentemente gritar y desahogarnos. Es la mejor de las terapias. Me abrazó diciéndome: “Gracias. Te debo la vida”. Cambiamos el cd y pusimos nuestra canción: Pachelbel in cannon D, de George Winston. Cuando llegamos a la playa llovía un poco pero pudimos disfrutar de la belleza en vivo: ella y yo, yo y ella ... comenzó a llorar. No se lo impedí, pues si es lo que el alma hemos dejarnos llevar por ella y por nuestros sentimientos.

Alquilamos una habitación en una pensión. Mientras se duchaba saqué mis pertenencias del coche, ésta vez había llevado conmigo algunos lienzos y mi maletín de las pinturas. Sólo dos mudas. Nada más. Mientras se secaba el pelo me abrazó, todavía mojada y me besó en la espalda.

-“Te amo, ¿Tienes hambre?”
-“Hambre de ti amor”
-“Ajá, no me digas”

Ya le había sentado de maravilla el viaje, nuestras canciones y aún mejor el haber llorado tanto. Sus ojos brillaban: ¿de la excitación?¿del amor por mí?. Nos pasamos el fin de semana entero en la cama. Le leí un poemario mío llamado: “El suicidio de los sueños” dedicado a quien he amado hasta el infinito. A pesar de que estábamos en pleno invierno, pues era enero, decidió bañarse en la playa. No había nadie y se bañó desnuda. Por ello cogió resfriado y nos tuvimos que volver. Fue un escenario magnífico con quien más he amado. Recogimos nuestras pertenencias y retomamos el viaje de vuelta. No sin antes realizar unas pequeñas fotografías. Allí pinté: “Amaneceres contigo” y “Madonna, quanto è bella”.

Nos sumergimos en nuestra habitual y correcta monotonía. Quedábamos todas las tardes a eso de las 6 en mi casa. Nos dedicábamos a contemplar la casa vacía, a hacer futuros planes sobre nuestra vida. Sobre todo a ver películas y a escuchar música: nuestra música. Allí la pude contemplar a mis anchas. Había convertido mi espacio en el suyo.

Un día discutimos sobre política. La discusión se volvió animada. Su familia era de derechas básicamente y ella estaba bastante influida por el ambiente. Mi familia, por el contrario, es y, sigue siendo, de izquierda. Con su tono habitual me decía:

- “ Haber, porque Estados Unidos sigue hasta la médula en la guerra, no dará salido de ella nunca-jamás. Es un hecho obvio. La guerra les es necesaria, pues gran parte de su economía depende del negocio de las armas. Tienen a Chalton Haston como representante ...”
- “Pero podrían invertir en sanidad pública ó en educación. Que nunca les vendría nada mal” –la interrumpí.
- “Ya pero aún así no solucionaría sus problemas. Es una cuestión de supervivencia. Seguirán de por vida allí hasta que maten a todos los irakíes.”
- “A Bush se le están bajando los humos. Han dicho que van a retirar 20.000 hombres. Los cuales ya estarán hechos unas mariquitas que no veas!”
- “¡Qué bueno! ¿Te imaginas una mariquita disparando?”
- “¡Uy, no te mato, porque estás demasiado bueno!”
- “Siguiendo con el tema, creo que la cuestión no se va a saldar a favor de Irak. En una conferencia un hombre le preguntó al conferenciante: “¿Y sabe cuántos terroristas hay ahora mismo en Irak?”
- “¿Y qué le contestó el conferenciante?”
- “Pues, aproximadamente unos 150.000 ... estadounidenses”
- “¡Qué bueno!”

El resto del tiempo a veces íbamos al cine. A ella le apasionaban las películas americanas, básicamente las románticas tipo: “Un asunto de Amor” de Warren Beatty y Annette Bening. Sostenía que el amor se produce en décimas de segundo. Yo no se lo discutía, pues ambas coincidíamos que era y será una de nuestras películas favoritas. Y que de hecho, está más que comprobado el hecho del enamoramiento.

Disfrutábamos como dos adolescentes. A veces hablábamos del tiempo, de su paso. Yo tenía de aquella 26 años, ella 27. A veces invitábamos a un café a alguno de nuestros amigos. No ocultábamos nuestro amor. Pero en lo que ambas coincidíamos era en que deseábamos pasar el mayor tiempo a solas: ella y yo, yo y ella. Permanecer abrazadas viendo la televisión, cambiando de canal: doblando a los distintos personajes. Nos reíamos sin cesar. Había veces en las que encendíamos las velas. La música nos acompañaba. Y el amor nos unía cuan dos gotas de agua.
Era abril y las flores comenzaban su recorrido para florecer. Me regaló una rosa blanca adjuntando una nota:

<Mi piel desnuda
Existe el cielo con mesura
Echo de menos tu mirada
Que me mira extrañada
De tanto amor que yo tengo refugiada.
Tus párpados ocultan tu ser.
Tus cejas tu querer.
Blancas son,
Como yo.>>

Mas todo lo bello ha de tener fallos. Un día en una fiesta que organizamos la noté algo extraña. Cuando la intenté besar no me correspondió como los días anteriores. Algo andaba mal... Se lo pregunté y ella torció la cara. Mi intuición no me fallaba. Algo le pasaba. ¿Acaso era yo?¿Acaso sería la repentina muerte de su padre?

- “¿Te pasa algo cariño?
- “No, nada nada”

Entraron nuestros amigos. Todo sucedía sin mayores imprevistos, a no ser por su repentino cambio de humor. Intenté besarla pero rehusó de mí. Ni siquiera me miró. Me metí en la cocina para prepararme un café con leche. Allí estaban Pedro y Juan. Sí, Juan, un hetero enrollándose con Pedro!! Les eché una pícara mirada y ellos siguieron como si nada. Me preparé el café y calenté la leche. Vino Silvia, mi compañera de facultad y de borracheras, hablamos del tiempo y le comenté que encontraba a mi novia algo extraña. Ella ni se inmutó. El café todavía estaba caliente y tardé en tomármelo. Nos sentamos mientras ellos continuaban con lo suyo. Nos miramos y nos surgió una sonrisilla. Ella, mi novia, no estaba presente. Hablamos de los planes que teníamos juntas y comentamos lo bien que estábamos. La música estaba bastante alta. Lo suficiente como para que los vecinos se asustasen. Oímos golpes. Supusimos que eran ellos: los vecinos hartos de nosotros. Cuando la abrí no eran ellos: era mi ... y otra persona. La pude reconocer. Era Raquel una ex suya. Se estaban besando ... y no en la mejilla precisamente. Cerré de golpe la puerta como si viese un fantasma. Silvia me cogió del brazo y yo la rehusé. Me quedé de piedra. El café se me cayó por la ropa: “mierda” pensé. Habría sido mejor habérselo tirado a la cara. Me fui corriendo al baño y cerré la puerta. No lloré. La soledad se me impuso cómodamente en mi alma. Quieta, como estaba, me quedé muda, delante del espejo: ¡No me lo podía creer!! ¿En mi propia casa? Por lo menos habría sido mejor por su parte haberse ocultado. Aunque pensándolo mejor: <>. Golpeó fuertemente la puerta. Volvió a golpear. Cuando salí: algunos ya se habían marchado. No le hablé. Lo único que le dije fue:

- “¡Fuera!! Fuera de mi casa. Ahora.”
- “No es lo que parece”
- “Así: muy típico. Fuera!!”

Se marcharon. No quedó ni rastro de ellos. Puse a Camarón. Lo suficientemente alto como para no oír si me llamaban. Como una posesa me dispuse a recoger todo. Cogí unas cuantas cajas y recogí todo lo que me recordaba a ella. Borré su teléfono de mi móvil. Rompí todas y cada una de nuestras fotos, excepto una en la que estaba en la playa de las Catedrales, desnuda, como te habían traído a éste maldito mundo.

-“No hay peor putada que el Amor”.-me dije.

Grité éstas y otras palabras en alto. Lo que sucedió después no lo recuerdo con nitidez. Sonaba la música a todo volumen. La casa patas arriba. Era domingo por la mañana. Me había quedado dormida en el suelo. Al lado: una botella de wisky. Tenía todo el santo día para reconstruirme. Aparqué el wisky y me tomé una copa de coñac cada hora durante los siguientes meses. Desconecté el móvil. No abrí a nadie. Iba y venía sin hablar con nadie (excepto con mis alumnos). Ellos debieron de sospechar que algo no iba bien. Antes siempre o casi siempre llegaba con una sonrisa en la boca. Ahora no. Mis padres se preocuparon. Les dije que mis alumnos eran un coñazo. Que ya se me pasaría!!! ... pero no pasó. El tiempo y yo nos pusimos peor. Comenzó a llover. Hacía décadas que no llovía así. Y eso que estábamos en pleno junio. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina. Y yo hecha un trapo. Me compraba la comida por encargo, había notas tuyas por debajo de la puerta que, obviamente, ni leía. Te pueden hacer daño: ¿pero tanto? No cesaba de preguntármelo: ¿Por qué yo? ¿Es que no podemos elegir de quién enamorarnos? ¿Por qué la amaba tanto? Si sólo habían sido 8,9, quizá 10 meses? Eso no es nada me seguía preguntando. Preguntas que no obtenían respuesta alguna. No es que sea especialmente celosa, de hecho, considero los celos parte íntegra e intrínseca del amor. ¿Era amor lo que sentía yo por ella? La deseaba. La odiaba. Por eso estaba tan rara ésa noche. Tonta de mí!! ¿Por qué? ¿Por qué? Me topé de bruces con un libro: <> S. Guzner al que siguió: <> de R. Gogoll. Siempre la veía a ella. Cuando eso ocurría arrancaba sin piedad alguna las páginas. No escuchaba música. Me dediqué en cuerpo y alma a mi trabajo. No salía. Comía una dieta rigurosa que me autoimpuse. Prácticamente: la olvidé. Ó eso creía.

Un día bajé al cíber de la esquina. Aunque por lo general no suelo chatear: la excepción de la regla. Conecté con un chat y me puse a hablar con Maite: una rubia que, como ella, también tenía los ojos marrones. Ó eso me dijo. Intuí que era sumamente responsable. Pero no era ella. Aparentemente no teníamos nada en común excepto nuestra pasión por África y por su cultura. Hablamos de nuestra respectiva situación amorosa a lo que me contestó al rato (sin pudor alguno):
- “¿Para cuándo un café?”

Mis padres supieron de mi cita y me animaron sin cesar para que me distrallese un poco. Así que accedí aún a regañadientes. Quedamos en su ciudad natal, lejos de ella (mi ex?) y de mí. Lejos de todo lo que me pudiese recordar al concepto “nosotras”. Tomé un café y me fui. Era demasiado ... temprano? Repentino?? Doloroso. Necesitaba tiempo. Tiempo para vivir, para respirar, y convivir con mi soledad. Porque no hay más soledad que sentirse sola en un grupo de gente.

Decidimos de mutuo acuerdo ir como simples amigas al concierto de Marlango. El que era nuestro grupo favorito. A pesar de que estaba próximo su cumpleaños. Ya estábamos en pleno agosto? Y de que podría acudir a él desheché la idea por diversas razones:

1. Yo amaba a la Watling: ella no
2. El cd era mío: por lo tanto ella no lo tenía.
3. Ella estaría trabajando: yo no.

El concierto fue ... digamos que fue. Además el público se entregó. Estuvieron pletóricos. Todavía me resuena el piano de Alejandro Pelayo en trains. Trains...Fue uno de los peores momentos de mi vida. En el momento que tocaron la canción un lagrimón brotó de mis ojos y fue a parar a mis labios. Maite, al verme me dio un beso en los labios y me cogió la mano. Se lo agradecí abrazándola. Aunque no sirviese de mucho estuvo en ése momento. Se lo agradeceré de por vida. No supe qué hacer. Todo iba tan ... Simplemente iba. Yo sin ella. Ella sin mí. Con la canción mi mente se acordó hacia el recuerdo que había perdido antaño. Recuerdos que permanecían en el cajón del olvido. La pregunta que me hice a mi misma fue: “¿realmente están olvidados?”. Maite se portó. Al finalizar el concierto intentamos sendas veces que me firmaran la entrada. Justo cuando nos íbamos a ir, “La Watling” apareció con sus gafas de sol y, al lado de ella: tú. “No podía ser” –me dije. Me cogió del brazo y me llevó a los baños. Intentó, en vano, besarme. Casi gritando me dijo:
- “¿Qué coño te pasa?¿Es que ya no me amas? Ya no me coges el teléfono, te he dejado miles de notas. ¿Dónde te metes? ¿Te ha tragado la tierra?”
- “Donde a ti no te importa” –dije tajantemente. “No quiero. Te quiero pero lejos. Necesito tiempo ...”
- “Y yo te necesito a ti. No duermo. Trabajo lo mínimo y, para más inri, es como si me faltase el aire”
- “Pues que te jodan!!”
- “He soñado contigo. Te necesito como no he necesitado a nadie. Me oyes? A nadie en toda mi puta vida, ¿te vale?”
- “¿El qué? Que me utilices. Que digas que me ames y, cuando me dé la vuelta te encuentre con otra. Perdona, bonita, tú sigue por tu camino ... recuerda que yo he estado cuando tú me necesitabas ...”
- “Me arrodillo si es necesario. Pero por favor: perdóname. Estaba pasando una mala temporada, por mi padre ...”
- “Podrías habérmelo dicho”
- “Pero Raquel estuvo en el momento. No quería hacerte daño. Sólo fue aquel beso. Como comprenderás una ...”
- “No me digas más: no es de piedra? No me cuentes historias. Me lo dijeses y punto”

Me interrumpió con un besazo, introduciendo su lengua sin pudor alguno. Me sujetó la cabeza y me susurró: “Lo siento!!” La aparté. Me aparté. Cerré la boca y tapé los oídos.

Mientras ella gritaba:
- “Sí te he amado. Eres parte de mí y no puedo sostener ni un minuto más esta odiosa situación”
- “Das pena. Eres parte de mi pasado. Ya no existes. No-existes!!”

Estaban a punto de echarnos a patadas. Ella sin dilaciones les soltó:

- “Déjenme estar. Esto es serio. Nuestro amor es serio” “Te he hecho daño y por eso ruego que me perdones. Te amo”
- “Entonces, por qué me has hecho tanto daño”
- “Y yo que sé. Estaba borracha. Raquel es una tentación.”
- “Y??”
- “Sé que no es excusa. Es preciso que me comprendas. Te amo”
- “Necesito tiempo”
- “Yo te lo brindo” “¿Cuánto?”
- “Y yo qué sé... meses, días ... quizá años?”
- “Esperaré ...” “Te esperaré aquí”
- “Si nos van a echar”
- “Me da igual. Que me echen si quieren. Yo he pagado mi entrada. Me falta el aliento, la sangre no circula por mis venas, siento que voy a perecer si no me das un beso, ésos besos impuros de puro amor”
- “Cállate ya!! Das pena. Eres demasiado cursi.”

La besé. Fue esos besos de película en los que no nos extrañaría a nadie que justo al final pusiesen las palabras: <>.
“... has de esperar.”
“Esperaré y en tu lecho me echaré ...”
“No es tan sencillo como piensas”

Que el amor es sencillo puede que lo piensen los ilusos. El amor como el buen vino ha de tomar su tiempo ... yo necesitaba tiempo. Tiempo para pensar. Para reflexionar. Para pensar en aquellas palabras. En aquel encuentro.

Cuando llegué a casa Maite decidió acompañarme. Vimos la televisión y no nos enrollamos. Se empeñó en hablar. Me dijo: “No soy a quien andas buscando, no sería justa para nadie que nos hubiésemos enrollado. No sería justo”.

El curso volvió a empezar. Septiembre. Calor sofocante. Yo sóla ante mis exámenes. Mi trabajo y yo. Volví a conectar el teléfono. Sonaba su voz en cada mensaje. A pesar de que se me ponían los pelos de punta al escuchar su voz no cogí. Maite no volvió. Trabajé. Trabajé y trabajé. Necesitaba aire: “¿qué mejor que un viaje?” –me dije. Pues después de tanto trabajo me lo había ganado. Aún así decidí no contestar ninguno de sus mensajes. Tampoco a ninguna de sus cartas. Me tomé tres días de ayuno voluntario. Fui al teatro a ver “La voz humana” de Jean Cocteau. Comencé a comprenderla. Me vi totalmente reflejada en la otra persona que no se sabe pero sí se intuyen las contestaciones. Su “Hola, qué tal ... no ... no estoy sola” me hizo abrir los ojos. Pues es increíble lo que puede hacernos llegar el arte en general.
Al salir, la llamé. Estaba durmiendo. Su madre la despertó. Al día siguiente partiría, no sabía bien hacia dónde. Igual me iba sóla si ella desestimaba mi oferta. Necesitaba conocer hacia dónde: ¿África? ¿París? Venezzia.

Me contestaste:

- “¿Sí? ... ¿Hola?”
- “Me voy. Hoy”
- “¿A dónde?”
- “Fuera. Necesito fuerzas. He trabajado mucho, quizá demasiado.”
- “Me voy contigo. Espera”
- “Supuse que tendrías trabajo”
- “Todo puede esperar”
- “Yo no”
- “Lo sé. Pásate por mi casa. Te invito a un café y hablamos. Mi madre te ha echado mucho de menos: no más que yo”
- “Tráete 3 mudas. ¿Qué te parece Venezzia?
- “Venezzia, si tú no sabes hablar italiano?”
- “Tú sí”
- “Así que sí ...” “Te amo”
- “...”
- “Te comprendo. Lo siento”.

Aparqué mi coche próximo a un arbusto de romero. Su madre me observaba atentamente desde la cocina. Era una casa a las afueras de la ciudad. Muy acogedor. Sólo había estado en dos ocasiones. Ella vino en mi búsqueda. Abrió la puerta del coche y me besó. In situ. Todavía llevaba el pijama verde, de seda. Ella adora la seda. Los sentimientos de antaño, aquellos que había casi olvidado acudieron en mi busca. Sonrió.

- “Te he echado tanto de menos ...”
- “...”- no dije nada. No había nada que decir ó por lo menos no lo sentí así.

Tomamos plácidamente un café. Su madre vestía de gris oscuro. Sus ojos eran como los de ella: sencillamente preciosos.

- “Cojo todas mis cosas y nos vamos: ¿Cuánto tiempo?”
- “El necesario”
- “Así me gusta y así me gustas!!”

Me puse un gorro gris que tenía colgado en el colgador de la entrada y que me dio como prueba de su cariño: “Toma es para ti”, me dijo. Nos besamos apasionadamente. Yo llevaba muy pocas mudas, con la esperanza de comprarme alguna ropa en Italia. En Italia vive Arianna, una amiga que había hecho un Erasmus y que habíamos estudiado juntas. No tuvo ningún problema en acogernos en su casa ni más ni menos que cuatro magníficos días. Junto a los Alpes Italianos. Desde allí cogimos un tren y luego alquilamos un coche para llegar a Venezzia por la noche. Yo no había estado en Venezzia con anterioridad. Ella sí. Nos alojamos en el Winter. Estaba María, la dueña y Missia, una estupenda camarera. Desde la última vez que mi novia se había alojado allí, ya habían pasado años. Recordaba perfectamente la escena, se llegaron a soltar todo tipo de improperios ... gritándose hasta llegar a las manos, en una lucha contra la otra. Le traía aquel sitio recuerdos agridulces. Me comentó cómo se habían conocido en el aeropuerto de Fumicinno. Que habían estado en la grande Roma, concretamente en la Piazza Navonna.

- “Me tienes que llevar allí” –le dije.
- “Poco a poco”

Pasamos unos días estupendos en Venezzia. Cuando estábamos comiendo unos sabrosos spaguetti a la carborana me hizo una pregunta:

- “Qué te hace feliz a ti?”
- “¿Vale: tomarme unos spaguetti a la carbonara?”
- “No. Eso es lo que yo estaba pensando, dime cariño”
- “Pues ... mirarme al espejo, observar lo que ha hecho conmigo el tiempo y sentirme llena por dentro, ¿te vale?”
- “Yo estaba pensando que amo cada rincón de tu corazón, que siento lo hecho y que los spaguettis están deliciosos”
- “Además el vino está, cómo decirlo: ¿delicioso?”
- “ ¡Jé! Ti amo”
- “...”

Nos fuimos directamente a la habitación. En el hilo musical pudimos escuchar: Prince of Fire de Capercaille. Es una de las mejores baladas que hemos escuchado en nuestra vida. Llena de mucho significado. Le tendí la mano. Accedió. Llevaba un vestido negro, de seda hasta los pies. Yo llevaba un pantalón gris de pinzas que me había comprado nada más llegar a Italia y una camiseta blanca corta. Accedió cordialmente a bailar conmigo. Estaba deslumbrante. Nuestros cuerpos se unieron como si sólo fuese uno. Posó su mano en la palma de mi mano. Pasos muy cortos. Comencé a llorar pues la situación era bastante propicia. No había llorado nunca delante de nadie y menos delante de alguien a quien he amado tanto como para llegarle a odiar. De hecho dicen que el odio es una forma de amar. Diferente sí pero otra forma. Lloré. Lloré por ella y por mí. Me sentía infinitamente feliz. Se abrió un paréntesis. Stop. Me abrazó:

- “¿Deseas acostarte querida?”
- “Deseo que me ames con la pasión más ferviente que se te ocurra. Deseo que me desees”
- “Calla: te amo y te amaré siempre”

No me besó con pasión. Me besó con dulzura. El momento, como cada momento con ella era un momento único, instantáneo ... eterno. Nos besamos. Besé sus párpados, su nuca, sus labios, su cuello, haciendo hincapié en los senos.

“Espera” “Un momento” –me dijo y se fue un momento al baño.

Cuando regresó volvió con una flor en los labios y nada más. No sabría decir qué flor era ya que ninguna de las dos éramos expertas en flores. La flor venía envuelta en plástico film que utilizamos a modo de preservativo. No miento si digo que me extrañó pero no le di importancia, pues era y pues será uno de esos momentos que jamás olvidaré. Me besó los labios, mis mejillas que se habían vuelto de color rojo. Sentía pudor viéndonos a las dos como Dios nos trajo a éste dichoso mundo. Ella se rio pues mi cara hacía juego con la flor. Y el amor nos envolvió como nunca lo había hecho con anterioridad. Ella fue mía y yo fui suya. No miento si digo que la pasión aumentaba a pasos agigantados. Todo era espléndido. Estábamos a nuestras anchas, sin apenas ruidos en el hotel: lo hicimos nuestro. Había días en los que ni siquiera bajábamos a desayunar. Era la bienal de Venezzia y vimos un par de instalaciones. Una de ellas era impresionante. Había miles, qué digo: millones de soldaditos de plomo que sujetaban un enorme cristal. Había niños que lo estaban pisando. Estuvimos a punto de decirles algo aunque fuese en castellano. Leímos un cartel en italiano que venía a decir que se podía pisar. Accedimos a pisarlos y era como si todo el mundo nos sostuviese.

Cuando volvimos al hotel era ya tarde: hicimos el amor como posesas. Mostramos por Venezzia nuestro amor sin pudor alguno.

Un día decidimos acudimos a la Academia a admirar “La Tempestad” de Giorgionne ya que ambas habíamos leído el libro de J.M de Prada. Me hizo fotos desde todos los ángulos posibles.

Desde Venezzia retomamos camino a Roma fuimos a ver la Piazza Navonna, tomamos un café y nos fuimos, desde allí a nos fuimos a Barcelona. Íbamos a estar en casa de unos amigos míos que ya llevaban cierto tiempo allí: Olga, Lola y Diego pero estaban sumamente liados con funciones de teatro actuando por media Europa. Así que nos declinamos por visitar a Eva y a María que vivían en Madrid. Dos mujeres encantadoras. Nos envitaron a otro concierto de Marlango y no nos pudimos resistir.

Ésta vez íbamos nosotras junto a María y a Eva. Como ellas conocían a los dueños de la sala pudimos conversar con el grupo al completo: Alejandro, el pianista, y Óscar, el trompetista, estuvieron muy amables; Leonor, por el contrario, la cantante, fue un poco engreída, pero buena gente. Nos dedicaron su último disco. Al terminar el concierto nos fuimos a la casa de nuestras amigas en la calle de Hermosilla. Se las veía tan bien... tampoco ellas ocultaban su amor a nadie. Al día siguiente nos fuimos nosotras dos solas al cine, vimos una película: “El Arco”. Una película oriental que nos entusiasmó. Fue un viaje completo, como diría ella (a posteriori): “muy artístico”.

Volvimos. Octubre. Faltaba un mes para nuestro aniversario.

Un día tuve un espléndido sueño. Me vi junto a ella en nuestro 25º aniversario. Ya hechas unas viejecillas encantadoras. Nuestros hijos: Nieve, Roma y Etiam nos habían regalado 25 rosas blancas. Era una gran cena y con algunos de nuestro nietos, ya que luego vendrían más. Las dos estábamos radiante. Sonaba “Close Cover” de Win Mertens como hilo musical y lo acompañaba un par de violines. Nada más despertarme le comenté a ella ése premonitorio sueño. Sonrió y me besó en los labios acompañado de una frase que me retumbó hasta las entrañas:

“Ojalá no sea sólo un sueño”

Era todo tan ... ¿cursi? ¿romántico? ¿era sólo un sueño? ¿una premonición? Era un deseo que, si seguíamos alimentándolo como de hecho lo estábamos haciendo nuestro amor se convertiría en una realidad. Aunque me juró amor eterno, había veces en las que me saturaba: sus celos. Había veces en las que apenas salíamos y, si salíamos, me impedía todo lo libre que me gustaría.

Silvia vino un día a casa. Mientras mi novia estaba en el baño me preguntó que qué tal. No le pude negar mi “situación interior”:

- “A veces me satura. No me deja ser todo lo libre que me gustaría. Estamos bien y todo eso ... pero...”
- “Existe un pero: ¿eres feliz?”
- “Sí ..., no lo sé, la amo y todo eso pero...”
- “¿Qué? Es todo lo que has deseado, ¿no?”
- “Si a veces me digo que todo es demasiado perfecto”
- “¿Entonces?”
- “No sé. Seré yo. Vamos a hacer un año. Y luego está ese sueño”
- “Es todo un acontecimiento pues, que yo sepa, no has durado tanto con tus anteriores parejas, ¿no? ¿me equivoco?”
- “Ya, no sé, pero falta algo”
- “¿Lo qué? ¿En qué estás pensando?”
- “Sinceridad. Nos falta más sinceridad. No es todo lo sincera que me gustaría. No habla demasiado de su pasado”
- “¿Y qué coño te importa su pasado?”
- “Ya pero no es tan sencillo”
- “Pues háblalo con ella”

Dicen que las personas aunque cambiamos seguimos siendo las mismas de raíz. ¿Y si ella me ocultaba algo? ¿Y si seguía enamorada de Raquel? ¿Qué podía hacer yo? ¿Sentiría yo celos hacia ella? No, era ella la que me celaba, ¿entonces qué pasaba? Tenía un cúmulo de sentimientos que no me gustaban nada para llevar casi un año juntas. Y, sobre todo, no me gustaba nada la sensación de no sentirse todo lo libre que me gustase. Es evidente que no somos libres ó ,si lo somos, es en nuestro espacio: nuestra habitación, nuestra casa en dónde nos sentimos realmente libres. ¿Es que me estaba volviendo cauta? ¿Mayor? Hubo un día en que discutimos como dos niñas por una estupidez. Decidimos comenzar la decoración de la casa de mis padres, a las afueras. No sabíamos si la queríamos pintar de amarillo vainilla, mi opción, ó de si la queríamos pintar de blanco, su opción. Era algo muy banal, quizá demasiado. Estuvimos a punto de romper nuestro amor si no fuese por Silvia: te debo la vida. Gracias.

Acabamos saliendo cada una con sus respectivos grupos de amigos, le dije que yo necesitaba tiempo. Ella me dijo lo mismo. Nos estábamos conociendo mucho, ¿quizá demasiado? Sabía que la amaba por encima de todas las cosas en éste mundo. Sabía que ella me amaba a mí: ¿era suficiente? A veces me saturaba, por lo tanto, lo mejor era eso: tiempo. Tiempo para no-amar, tiempo para descansar, tiempo para respirar ...

Yo seguía trabajando en mi habitual rutina.
Ella hacía lo propio con lo suyo.

Había días en que la echaba mucho de menos. Otros que ni me acordaba de ella. Había una alumna: Fátima que me llamó en seguida la atención: ¿Yo con una alumna? A veces pensaba en ella pero en seguida se me borró de la mente. Muchas otras pensaba en mi novia y en mi, quizá es que éramos demasiado parecidas, sería cierto eso de que ¿los polos iguales se repelen? Nos amábamos pero ambas necesitábamos tiempo para reflexionar.

Entonces llegó nuestro aniversario. Sin comerlo ni beberlo no sabía qué hacer: ¿una invitación formal? ¿una cena en mi casa? ¿en la suya? ¿qué vestido ponerme? ¿irnos de viaje? ¡Si acabábamos de regresar! ¿Qué pasaría? ¿Qué tal estaría ella? ¿Y yo? Las tres semanas de separación me habían sentado genial pero, ¿y a ella? ¿Se habría vuelto a enamorar? Luego estaba Fátima pues siempre acudía fielmente a mis clases y cómo me miraba ... no dejaba de mirarme y me preguntaba seguido. “Se me pasará” me dije, “pues sólo es una cría”. Además yo sé a quién amo, porque la amo más que a mi vida. Que daría todo, absolutamente, todo por pasar el resto de mi vida junto a ella.

El día anterior dormí fatal. Al llegar a clase llegó un chico y me trajo un telegrama: “te amo, es preciso que lo sepas. A las ocho en mi casa. Tengo una sorpresa. Firmado ywendycrecio@yahoo.es” Sabía que era de ella pues “y wendy creció” es una novela corta que redactó un día. Al ocurrírsele el nombre me dijo: éste es mi e-mail. Te lo dedico como también te dedico la novela corta, que por cierto siempre está escrita en tres líneas.

Al recibir el telegrama se llenó mi pobre corazón de un bienestar sin límites. Ése día tenía una guardia y le pedí a un compañero que me la cubriese. Al acabar mi jornada laboral me fui casi corriendo a la peluquería. Cual fue mi sorpresa que ella estaba allí. ¿Con rulos? ¿Pero si ya tenía rizos? Me sonrió. Le devolví la sonrisa. La peluquera no paraba de hablar, poniendo “podre” a diestro y siniestro, sin ninguna piedad. Eran ya las 5 y yo no había ni siquiera comido. Conmigo terminó a las 6. faltaban 2 horas. Ella ya se había ido a las 5 y media. Me dio un fugaz beso en la mejilla a modo de amigas.

Me susurró:

- “Recuerda: a las 8 en mi casa. Te espero.”
- “Tranquila, la nota me llegó. Gracias”
- “Gracias a ti.”

No sabía bien qué ponerme. Abrí internet por si me habían escrito y hubo un e-mail que me llamó en especial la atención: “nos pusiste a caer de un burro”. Lo había escrito un amigo mariquita de la facultad. Lo borré de inmediato. Era uno de los pocos chicos de los que me he sentido realmente atraída: mariquita perdido. No sé a qué se refería. Lo borré. Él y yo coincidimos un par de veces en las reuniones del colectivo de gays y lesbianas. Un estúpido redomado y vaya e-mail! Pensé un segundo en la función social de los colectivos y caí en la cuenta que lo único que quieren es fiesta. Claro que a mí me gusta la fiesta pero creo que esta vida no es una discoteca. Se podrían hacer muchas más cosas de las que se hacen a parte de criticarse los unos a los otros y las unas a las otras. Leí por encima un e-mail de mi amiga Maite: semprealoia@eresmas.com en el que me invitaba a una fiesta. Ella también pertenecía al colectivo, aunque ella era de fuera conocía a alguna gente. Por su puesto a ese mariquita. Yo ya tenía mi fiesta.

Entre pitos y flautas ya eran más de las 7. No me había ni duchado y aún no me había decidido por ninguno de mis modelitos. Me decanté por un vestido negro, sumamente elegante con un escote muy tentador. Me adjunté un colgante de mi hermano Pedro con un anillo azul a juego que llevaría luego en el dedo índice de la mano derecha.

Las 7:30. Mierda! Me puse unos tacones no demasiado altos. Me recogí el pelo en un moño con unas orquillas. Me sentía bien conmigo misma. Me retoqué los ojos con un poco de rimmel y los labios con un rojo vermellón y me puse colonia: channel nº5 para las ocasiones especiales pues ésta lo era y mucho: ¡un año! Ni más ni menos. Me miré en el espejo y vi a alguien enamorada. Me sentía pletórica incluso nerviosa ¿Cómo estaría ella? ¿Qué habría preparado de cena?

Ya estoy. Cogí el coche y en diez minutos por la autopista llegué a su casa. Mi regalo consistía en unos cds: el último de Madonna, Suzuki de Tosca y Antonio Flores en concierto. Además le llevaba también el libro “Taxi a París” de Ruth Gogoll. Le había pegado cada una de las páginas con súper glue y no se notaba casi nada.

Cuando timbré la puerta ya estaba abierta, estaba arrimada. Su madre no estaba y su hermano Félix no tenía el coche. Estaríamos las dos solas. Solitas.

Entré y sonaba Prince of Fire. Había varias velas encendidas. Ella estaba en la cocina. Allí también había velas que estaban estratégicamente colocadas. Le besé la nuca, me abrazó y me dijo:

- “Me alegra de que hayas llegado. ¿Un martini? ¿Sólo o con hielo?
- “Sabes de sobra que solo. ¿No hay un beso para mí?
- “Aquí lo tienes: el martini”

Literalmente nos comíamos con la mirada. Literalmente nos hacíamos el amor allí mismo. No habría literatura que valiese para narrar aquel feliz momento. Nada más terminar la cena propuso que fuésemos directamente al lecho de amor. Me desnudó. La desnudé. Y el amor hizo acto de presencia. La amé. Me amó. Como era viernes por la noche ninguna de las dos tendría que madrugar el día siguiente. Nos lo tomamos con tranquilidad, incluso con parsimonia. Besé sus nalgas, la parte posterior de las rodillas. Su ombligo. Volvimos a utilizar un plástico film a modo de preservativo. En un momento del acto sexual me dijo que estuviese quieta. Se ausentó durante unos segundos y sacó casi por arte de magia un consolador. Cual fue mi sorpresa al verlo y nos reímos al unísono cuan dos adolescentes en su primera noche. De hecho es como si lo fuese porque cada encuentro con ella lo era. Yo me sentía indefensa. Había veces en que me temblaban las piernas, y de qué manera!! Ella estaba muy bella, muy hermosa. La amaba. No deseaba nada más en éste dichoso mundo que no fuese a ella. Sus largos cabellos. Su piel pálida. Sus ojos color miel. La poca luz que había nos la aportaban las velas que estaban estratégicamente colocadas. Todo era tan mágico, tan romántico. Y la música de compañía. Ahora sonaba Close Cover de Win Mertens y me acordé del sueño. ¿Sería sólo un sueño? Antes de soñar nos dimos nuestros respectivos regalos. Yo suponía que el suyo era el vibrador. No lo era. Le di los míos que estaban en una caja llena de mariquitas. Muy propia me había dicho a mi misma nada más comprarla. El suyo fue totalmente inesperado.

- “Y ahora me toca a mí” –dijo.
- “Haber, sorpréndeme”
- “Soy yo”
- “¿Tú?”
- “Sí: yo”
- “¿Cuándo?”
- “Hoy. Hoy he empaquetado todas mis pertenencias”

Era verdad, pues nada más entrar me había sorprendido ver en una de sus habitaciones todo empaquetado.

- “Durante éstas tres semanas lo he meditado mucho. Te he echado mucho de menos. Sé que no será fácil. Las dos tenemos nuestro carácter. Creo recordar que tu casa es lo suficientemente grande como para acogernos a las dos, ¿no?”
- “Para mí no supone ningún problema, pero ¿y tu madre?”
- “Ya he hablado con Félix y no hay ningún problema. Ambos se lo han tomado bien. Vendré un fin de semana sí y otro no.”
- “No hay más que hablar. Te amo hasta el infinito”
- “Ídem”

Dormimos con nuestros juntos: el uno pegado al de la otra. Al día siguiente nos despertamos temprano de mutuo acuerdo, así podíamos recoger todo antes de que llegasen su hermano y su madre. Cogimos algunas de las bolsas y las llevamos a mi coche. Aunque no es demasiado grande sí espacioso, retiramos los asientos hacia delante y pudimos introducir cuatro cajas. Todavía quedaban tres cajas y toda su ropa. Ella se quedó en su casa mientras yo llevaba el resto. Las dejé en el portal adjuntando una nota. Cuando llegué ya había bajado el resto de cosas. Ésta vez fuimos las dos hasta mi casa. Tomamos un café tranquilamente. Hizo, como tantas veces, mi hogar, su espacio. Para mí no suponía ningún problema el hecho de verla pulular por allí ya que en el fondo era mi ilusión. Desayunamos unos croissants que ella había ido a comprar a una panadería. Comenzamos a colocar sus pertenencias: una a una. Pude ver algunas fotos que tenía de nosotras y que yo había roto con rabia. Había hecho copias, lo cual me alegraba. Teníamos el día entero para nosotras. Podríamos haber ido al cine o al teatro. No lo hicimos. Nos quedamos como dos tontas viendo la televisión. Echaban “The L world” por un canal de pago. Nos echamos unas risas. Aunque la serie es un poco estereotipo nos reímos bastante. Ambas coincidimos en que todas las mujeres de la serie estaban bastante cachondas. El día se nos pasó volando. Sin darnos cuenta eran ya las cuatro y ni siquiera habíamos comido. Preparé unos spaguetti a la bolognesa. Yo debía y tenía que preparar la clase del día siguiente. Ella tenía que colocar todas sus cosas. Nos pusimos manos a la obra. Pusimos música de Blur, Parklife, y cantamos como posesas en nuestros respectivos descansos.

Los días se sucedieron: uno tras otro. Nuestra convivencia era como la de cualquier pareja: unos días mejores que otros. Lo que más ansiaba era oírla entrar en nuestro hogar. Creamos nuestro propio código de amor. A nuestro hogar le llamábamos infantilmente Wendy. Al lecho Bugy, como Bogart. A la cocina Bacall, como la mujer de Bogart.

Un día recibí un paquete. En él venía un gato. Adoro los gatos, le había dicho yo en una ocasión. Era y es un perro. Le llamamos “Querido”, una palabra sumamente cariñosa, pues él lo era.. Ojos verdes, no muy común entre ése tipo de raza. Nos leíamos mutuamente poemas de amor. Escuchábamos música a todas horas. Permanecíamos, las más de las veces, escuchando lo que habíamos hecho durante el día. Cosas rutilantes. Salíamos de vez en cuando junto a nuestros amigos. Básicamente porque pensamos que los amigos son como las plantas: “si no los riegas y los atiendes se mueren”. Así que nos poníamos una ropa sencilla y salíamos con ellos. Por mi parte a veces la pintaba. Ella se quedaba inmóvil. La realidad es más bella que el arte. Aunque el arte por sí mismo es y será bello.

Un día tuvimos un debate muy interesante sobre si existía o no el famoso talento. Durante bastante tiempo de la conversación yo sostuve que no existía. Ella intentó por todos los medios convencerme de que sí existía. Al final acabó por convencerme. Ella sostenía que, por ejemplo, Mozart o Picasso, eran talentos, que, aunque hubiesen nacido en otros países hubiesen triunfado igual. Por mi parte le decía una frase muy propia de la psicología conductista: “somos víctimas de nuestras circunstancias”. Me refería, básicamente, a que las circunstancias, el entorno, el ambiente ... son fundamentales para que ése talento salga a flote. Además recordaba la vida de Picasso y le decía que su padre era profesor de bellas artes. Que empezó siendo un crío: primero pintando azoteas y balcones para luego pasarse a pintar tal cual la realidad, realizando copias exactas tanto de su padre como de su madre. Además él decía que “si existe la inspiración que me pille trabajando”. Lo cual nos lleva que, aunque tengas talento, es necesario el trabajo. Ella sostenía que ése postulado era evidente, pues si no riegas tus plantas, por muy bellas que sean, no crecerán. En cambio hay muchas personas (las más) que no tienen un talento, por así decirlo, definido. Que se van construyendo a sí mismas. Que encuentran su vía de trabajo. Yo me acordaba lo que decía un profesor mío de la facultad respecto a los artistas: “Son como cebollas. Tienen numerosas e infinitas capas, las cuales han de ir “quitando” paulatinamente”. Ella estaba de acuerdo con ésa frase, pues todos tenemos nuestros bloqueos y “nuestras pajas mentales” que hemos de ir puliendo y/o quitando, pues nadie ha nacido aprendido. Repasamos en voz alta algunos de los que pensábamos que eran talentos puros: Klimt, Stanislavsky, el propio Picasso, Mozart, García Lorca, Hitler, Madame Curie ... y así hasta una lista innumerable de poetas, políticos, artistas, científicos. En lo que estábamos absolutamente de acuerdo es que sin el suficiente esfuerzo, trabajo y energía, todo el talento se iría al garete. Vamos, que no existiría. Buscamos por internet la frase: “¿Existe el talento?” Pero no nos ayudó para aclarar nuestras dudas. Con ésa pregunta sin resolver decidimos posponer el debate y preguntarle a nuestros amigos qué pensaban sobre el talento.

Como dije antes salíamos de vez en cuando con ellos. Fuimos al Katmandú, el bar de ambiente dónde nos besamos por primera vez. Cogimos alguna que otra borrachera. Era muy divertido. Nos sentíamos pletóricas la una junto a la otra. Cantábamos las canciones que nos ponían allí. Básicamente de la época de los ochenta, aunque he de decir que a mí los ochenta ni me van ni me vienen. De hecho aborrezco esa música pero a ella le gusta , con lo cual ... hay que aguantar el tirón y tirar pa’lante.

Alguna vez íbamos a tomar café a nuestra cafetería preferida. Estaba Juan, el camarero, que, muy amablemente nos ponía alguna que otra tapita. Las dos permanecíamos en silencio, leyendo nuestros respectivos libros. Era un silencio cómodo. Sonaba la música y nos dejábamos llevar. No era necesario hablar. Dicen los orientales que si no tienes otra cosa más bella que decir no rompas la belleza del silencio. Amaba su silencio. Amaba su presencia. La amaba y la amaré. Con eso me basta.

Durante el tiempo que vivimos juntas nos entendíamos casi a la perfección. Se convirtió, como no, en la compañera que siempre había soñado. Discreta cuando hacía falta. Medio loca cuando ella deseaba. Durante el verano y durante nuestras cortas pero intensas vacaciones decidimos quedarnos en casa y con ello cambiar algunos de los muebles ya que estaban algo viejos.

Fugazmente pasó un año. Estábamos próximas otra vez a nuestro segundo (¡!) aniversario. Mantuvimos una interesante conversación sobre la diferencia entre el amar y el querer. Ambas coincidíamos que se puede querer a muchas personas pero amar a muy pocas. Ella es sumamente inteligente es por una de las numerosas razones por las que la amo. En el amor, es decir, cuando amamos nos enamoramos de un compendio de detalles casi insignificantes. Y, cuando el tiempo pasa, como dice la canción, son esos detalles los que nos vuelven locos. Locos de amor se entiende. Y para que exista amor han de estar irremediablemente los celos por medio. Lo que ocurría entre nosotras dos es que pasábamos mucho tiempo juntas. No nos importaba, las más de las veces, aislarnos del mundo simplemente con un libro y un café. Estábamos las dos muy a gusto. Como bien dicen ha de existir la pasión y “el mundo lo mueven las pasiones, a mí me mueve ella”.

Llegó nuestro segundo aniversario. Llegábamos a él enamoradas, conviviendo juntas y con un animal por medio, nuestro “querido”. Además ya habíamos comprado algunos muebles en común: “¿qué más se podía pedir?” me decía yo a mi misma. Ojalá pudiésemos inmortalizar los momentos y vivir siempre el presente, agarrarnos a él, sin preocuparnos del futuro.

Fátima se empezó a interesar por mi vida, yo no le daba mayor importancia. “Sólo es una alumna” –me decía a mí misma: “Nada más. Además yo sé a quién amo, por lo tanto:NA-DA”

Un día me preguntó mi teléfono y no miento que me chocó. No le di mayor importancia. Me llamó desde la calle y casi me rogó para tomar un café. Le dije dónde vivía y se pasó a primera hora.

Eran las 8:30 a.m. de un día que no recuerdo. Yo ése día tenía la mañana libre pero tendría que ir a la compra y mi novia tenía que trabajar. Le dije que viniese a casa a desayunar: accedió. Cuando le estaba explicando el tema de la Revolución Rusa, el asesinato de Leon Trosky a manos del español Ramón Mercader: un espía manipulado por su madre: Caridad Mercader en México ... apareció mi novia, descalza y con sólo una camisa azul muy masculina que yo le había regalado por su cumpleaños, la cara de Fátima fue un poema: se quedó muda. No sé si se sorprendió que yo amase a otra mujer ó si por el contrario la encontraba atractiva. No lo sé, la verdad. Se hizo un silencio y se marchó. Sospeché que le había pasado algo porque su voz mudó y le brotaban unas ingenuas lágrimas. No voy a negar de que Fátima me resultaba atraída. Si fuese otra situación, a lo mejor ... Pero no lo era. Yo amaba a quién amaba y tenía la inmensa fortuna de ser correspondida. Nada que hacer. Cuando volví de acompañar a Fátima de la puerta mi novia me preguntó si algo iba mal: “No” –le contesté, “Es una chica un poco especial”.

Desde aquel día Fátima no volvió a aparecer por clase. Pregunté a sus compañeros pero no sabían nada de ella. La llamé a su teléfono pero siempre estaba fuera de cobertura, le envié algún mensaje al cual nunca me respondió. Llamé a sus padres pero tampoco había nadie: ¿se habría mudado?

Más tarde me enteré de que había empezado a trabajar en la imprenta de sus padres. La llamé pero no me contestó. La dejé pasar. Era una pena porque era muy aplicada y eso me entristecía pero ¿qué podía hacer yo?


Cuando llevábamos 2 años viviendo juntas (¡ya!?), además del año como pareja decidimos algo que nos cambiaría definitivamente la vida: nuestra vida. Por inseminación artificial y con permiso de Félix, su hermano, accedí a quedarme en estado: si era niña se llamaría Nieve, si fuese niño Etiam. Tendríamos que deshacernos de “querido”. Mis padres lo acogieron como si fuese un hijo. Para que nuestras familias se enterasen las hicimos juntar a ambas. Una comida formal para una noticia “informal”. Al finalizar el café les dibujamos un árbol genealógico y con dos posibles nombres al final. Tardaron en coger la indirecta-directa pero Félix, su hermano, dijo:

- “¡Coño, una criatura nueva en la familia!”

Todos sin excepción se echaron a reír y nos abrazaron como nunca lo habían hecho. Les había cogido de improvisto. Yo me sonrojé y dije:

- “Lo voy a “incubar” yo. Es decisión de las dos. Si luego decidimos tener otra criatura será ella. Cada cual con lo suyo , no?”

El primer mes de embarazo me trastocó. Había veces en las que me sentía cansada. Ella siempre estaba ahí apoyándome.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Durante los dos últimos meses tenía náuseas. ¡Es un horror! “Ni te lo puedes ni imaginar” –le decía yo. A lo cual ella me respondía: “Tranquila, la próxima vez me toca a mí”. Realmente ésas palabras surtían efecto en mí. Sabía que ella me amaba y ella sabía que yo la amaba a ella.

Se llamó Nieve: Nieve Iglesias Álvarez. Primero el apellido de ella y luego el mío. Había desestimado la idea de casarnos, básicamente porque yo soy atea y a ella ni le va ni le viene eso de pasar por la bicaría. Ni siquiera la bautizamos. La llevamos al Registro Civil. Dos madres. Dos mujeres. Ahora la tercera ... ¿en discordia? Por su puesto que no. Vivíamos en mi casa y habilitamos el estudio que era oficina de mi novia. Aunque la mayoría de veces dormía con nosotras en mitad de la cama.

El parto fue increíble: 3 Kg, 250 gr para ser más exactos. Se llamó Nieve gracias ó por culpa de mi novela favorita. Se podría haber llamado “Copo de Primavera” pero era demasiado hortera, demasiado cursi, simplemente: demasiado. Tenía los ojos marrones color miel como mi amor, pelo casi rubio como yo. Cualquier hombre ó mujer se enamoraría perdidamente nada más verla.

El tiempo se nos escapaba de las manos como cuando quieres coger mucha arena y no cesa de escaparte por donde menos te lo esperes. Así es como llegamos al cénit de nuestra relación. Más bien sería al ocaso porque ella cesó de amarme. No sé bien lo que le ocurrió. Tuvimos a Roma, nuestra segunda hija, ésta vez fue ella quien decidió tenerla por inseminación artificial. Nieve tenía ya un año y era nuestro “juguete” preferido. Nuestros amigos le regalaron todo tipo de juguetes. Un puzle!! –me dije yo. Era un puzle sencillo, nada más que nueve sencillas piezas. Cuando Roma llegó las más de las veces, tanto su madre como mis padres, nos ayudaban a cuidarla. Yo tuve una depresión post-parto a raíz de tener a Nieve. No lo pude evitar. Después de nueve meses de gestación es algo normal. Ó eso me decían sin cesar los médicos. Me medicaron con anti-depresivos. Ella estuvo ahí. Pero al gestar a Roma algo cambió.

Tuvimos alguna que otra discusión. Teníamos suerte porque las criaturas no estaban. Bien estaban en la guardería o con nuestros padres. Eran discusiones sin mucho sentido. Yo, por mi parte, no le daba importancia. A veces yo rompía a llorar sin motivo alguno. No lo podía evitar, me venían así sin pensar y sin reflexionar. Ella intentaba por todos los medios razonar conmigo. Yo todavía estaba de baja maternal. La casa estaba patas arriba ya que las niñas no cesaban de jugar. Lo que nunca en mi vida pensaba en ésos momentos tan agridulces es que podía romper con nuestro amor y menos con nuestra eterna amistad. Juro que no lo pensaba. Igual a ella se le pasaba muy a menudo. Llegué además de tomar anti-depresivos a ir asiduamente a una psicóloga. Mi novia a veces venía conmigo. Pero yo no arrancaba. Tenía ganas de llorar continuamente.

Un día después del trabajo encontré una nota escrita en puño y letra por ella.
“ME VOY. YA NO TE AMO. NO ME BUSQUES. YA TE LLAMARÉ. LO SIENTO: ME HABRÍA GUSTADO QUE NO FUESE ASÍ.”






















Durante días la estuve buscando tan desesperadamente como pude. No contestaba al teléfono. Ya no vivía en su casa. Había dejado repentinamente su trabajo. Sus amigos/as no sabían nada de ella. Literalmente la había tragado la tierra. Confundía su rostro entre la multitud. Iba por los bares a los que solíamos ir las dos juntas a leer. Le envié mensajes, e-mails, incluso faxes ... y nada. Pero, ¿dónde se habría metido? Me preguntaba yo sin cesar. Yo trabajaba sin cesar. De casa al trabajo. Con las dos criaturas. Menos mal que Silvia me echaba un cabo que si no!! Le escribí los versos más bellos que jamás he escrito de ellos. A todos ellos los he escrito para que con ello el viento no se los llevo. Ojalá algún día sus ojos lo pudiesen leer.


Cuántas veces he soñado
Que tu silencio fuese algo más

Cuántas veces he ansiado
Que fuese algo más

Cuántas veces te he amado
Sin mediar palabra

Cuántas veces te he observado
Sin hablar nada

Cuántas veces ...??

Cuántas veces te susurraría
Que te amo más cada día!!
Vida mía
Porque de hecho lo hago
Te profeso un amor profundo
Eterno en la eternidad
Hetéreo en la hetereidad

Ya ha pasado tiempo,
El suficiente como para olvidarte
He sido incapaz de ello
Todavía me resuena tu voz
Todavía me resuena su tono
Todavía ...!!!
Pasan los días y me deshago
Cada día
Por dentro
A veces no puedo
Con tanto amor
Que llevo dentro
Pensé que sería sencillo
El olvidarla, el no-amarla
El enamorarme de otras
Y así ser feliz
De una vez por todas
No he podido
Me tiene presa
Presa de su cara,
De su cuerpo
Que tanto deseo
Presa de su alma
Que deseo besarla
Tanto que lo daría TODO
Todo por NADA
Nada por TODO

Estoy deshecha
Mis ruinas están deshechas
Por dentro
Me duele todo
Y no encuentro el modo
La fórmula de olvidarla
Para no-amarla
Y decirle al oído:
Te amo tanto
Que todo el oro del mundo
Sería insuficiente para saciarme
Del amor que ahora siento por ti
Mi belleza robada
Por quién no me ama

Me despierto,
No te veo.
Vagueo por las calles.
Busco desesperada tu cara,
Tu sonrisa que no veo,
Tu cabello que tanto deseo.
Pistas que me guíen hacia ti,
Dónde te metes?
Mientras vagueo tras tu rastro me miento!
Dónde te escondes?
El día que te encuentre
No sabré dónde meterme
No sabiendo qué decirte
A mi mente vas y vienes
Tu mirada me persigue
Tus manos me susurran
Cómo me rozarían?
Cómo te besaría?
Son espejismos lo que siento?
Oasis inmundo
Tu boca arena desértica
Tu cabello el desierto
Cuándo poder llegar?
Eres real
Tu cintura son ondas
Y tu voz me susurra.

Por fin dio señales de vida y quedamos una mañana para tomar el café en el bar de la esquina. Yo a penas había dormido entre las niñas todo que se estaba lleno a pique... no podía más. Tenía que hablarlo y hablarlo con ella, pues el amor es cuestión de dos y de nadie más. Mis amigos me sirvieron de consuelo pero eso no era suficiente. Tenía que hablar con ella, de ella y de mí: de nosotras. Quedamos a las 10 en punto, si una no acudía no nos volveríamos a ver en la vida. Llegué 5 minutos antes. Ella estaba allí, inmóvil, sumamente hermosa, sumamente ella. Tuve que maquillarme previamente porque tenía unas hojeras del copón. Había llorado mucho. La echaba muchísimo de menos: ¿y ella a mí?

- ELLA: “Hola”
- YO: “Hola”
- ELLA: “Me he liado con Juan, mi amigo de la infancia. Le amo. Además tengo el SIDA. Él es drogadicto. Me he mudado y ahora vivo con él. Él me ama.”
- YO: “¿Por qué no me lo has dicho antes?
- ELLA: “Tenía miedo a perder tu amistad. Lo siento, ya no te amo.”
- YO:“Yo también lo siento pero qué sientes tú? Yo he estado cuando me has necesitado. Ahora que te necesito yo tú ya no estás”
- ELLA: “No hay más que hablar. Te he amado hasta el infinito y he vuelto de él. Ya no aguanto más. Desde que Roma nació has estado insoportable. Pensé que la crisis del post-parto te pasaría en seguida, pero no ha sido así, con lo cual ...”
- YO: “Con lo cual me dejas. Una pregunta: ¿Te gustó?”
- ELLA: “¿El qué?”
- YO:“El haberte acostado con él y todo eso. ¿Besa bien? ¿Te folla bien? Vamos ¿si se la chupas con gusto, que si llegas al orgasmo múltiple? ¿Te la come?
- ELLA:“Eres-eres ... insoportable. Das pena”
- YO: “¿Así? ¿Por? Me preocupo por ti, nada más. Deseo tanto tu felicidad como la mía. Yo ahora te necesito más que nunca, ¿es que no te das cuenta??”
- ELLA: “Ya es tarde. El tranvía pasó por tu puerta y lo has dejado pasar ...”
- YO: “Te amo, es preciso que lo sepas”
- ELLA: “Te amado con behemencia. Espero que esto no rompa nuestra amistad, sería una pena el haberla perdido”
- YO: “Tranquila, yo estaré cuando me necesites. Te ruego una cosa, probablemente te sorprenda el escucharla pero la siento así: ámalo. Ámalo con toda tu alma. Que sepa que lo ames (y él a ti) toda tu puta vida. Si no sería muy vil por tu parte. No te mientas: ámalo y deja estar lo nuestro.”
- ELLA: “Lo amaré hasta el final de mis días, como amo los amaneceres y los anocheceres. Sé que él me ama y con eso me basta.”
- YO: “Por mucho que me empeñe no doy estado en tu piel. Pues tus sentimientos son tuyos y, como dicen:1º son los sentimientos y luego ... el amor”
- ELLA: “Espero que no me guardes rencor”
- YO: “No lo haré. Puedes estar tranquila”
- ELLA: “Y no te preocupes por la enfermedad, todavía no saben si es SIDA o otra enfermedad pero lo más probable es que sea SIDA.”
- YO: “Cuidate”
- ELLA:“Lo mismo digo”
- YO: “No os molestaré mientras estéis amándoos”

Sus palabras poseían: rencor, dolor y un poderoso sentimiento de veneno. La comprendí. Soy así.Mis lágrimas surcaban mi alma sin cesar. No sabía a quién implorar, si es que se podía implorar a alguien. Quizá a ella: su perdon. O quizá a su orgullo dañado.

Desde aquel entonces no supe de su vida. A pesar de que la deseaba en cuerpo y alma ya tenía lo que yo no quería su NO eterno. Desde aquel entonces desaparecí de su vida.

Seguí trabajando por un tiempo no demasiado largo en mis quehaceres cotidianos. Reflexioné, le seguí escribiendo. Creando las mejores palabras que he creado.Fui creando a una persona totalmente distinta hasta entonces. Prohibiéndome amarla conseguiría por lo menos evitarle sufrimientos inútiles para ambas.

Pasaron días, segundos, anocheceres, meses ... canciones sin sentido alguno. Mi vida mudó. Me invuí en una vida sin complicaciones. Con monotonía y sin explicaciones.

Porque dicen: “Hace falta mucho valor para reconocer lo que amamos”. Y también dicen: “Es una catástrofe mundial el no poder obligar a que nos amen”.

Una vez, pasado el tiempo, me pregunto sin cesar si la verdad es que no es mejor así. Somos demasiado semejantes como para amarnos semejantemente, valga la redundancia.

Pero habría dado todo. Sin pedir nada a cambio. Cuando la conocí intuí que algo me ocurría en mi estómago, ahí por el hígado ó el páncreas.Todavía al oír su voz en mi interior tengo unas cosquillas constantes, un no sé qué hacer si la veo. Le escribo sin esperar respuesta alguna.

Lo peor de todo es la soledad y no es precisamente una soledad buscada, mas bien al contraro. Es la continua sensación de permanecer en el olvido. De ver continuamente a la gente, ver a una pareja que se ama y no ver esos brazos que me rodean. Alguien que no me besa. Alguien que no me escucha. Gente que me observa como el viejo de hace un rato; como la vieja de uno de mis viajes en soledad por tierras lejanas.

Desde que cesó su amor me he dedicado a bagar por ciudades tanto lejanas a ella como a mí. Huyendo de su recuerdo que lo recuerdo. Huyendo de su mirada que me mira a los ojos. Huyendo de su presencia, que se ausenta. Huyendo de su querer que cesó de amarme. Huyendo de mí misma para encontrarme una y otra vez contra la misma pared. Con ello no conseguí nada: absolutamente nada. Cuando regresñe ella no estaba, sus labios no me besabann, sus brazos no me abrazaban y su querer ya no me quería. Lloré y lloré sin cesar de amarla. Es el eterno no, la sombra de la memoria, memoria innombrable. Es el sinvivir del tiempo, los segundos que no pasan, los amaneceres que no amanecen, la luna que no aparece, el cigarro que no se apaga ... tantos sentimientos que intento ... ocultar y guardar en mi triste corazón. Su corazón no me ama. Triste corazón de amor. Corazón que ya no siente pasión por mí.

Me quedo quieta. Suena la música de antaño. La gente pasea. ¿Qué mirarán? No miro para a fuera. A fuera llueve. Mañana será otro día. Dormiré. Descansaré. Comeré y no la llamaré ... intentaré no amarla, aunque sólo sea un poco. Aunque sólo sea durante un mísero minuto. Aunque sólo sea un durante un segundo. Porque ahora ya sé que no me siente. Sé lo que siente por mí. Sé que ya no me ama, porque el amor es lo más triste cuando se acaba. Y créanme, mi pobre corazón está triste, muy triste por ella. Nuestras criaturas están espléndidas, pero ella no está. La casa: como siempre, sin su presencia que se ausenta una y otra vez. Las calles mojadas. El cielo gris. Lo siento por mí. La gente sigue paseando. Los árboles se mueven. Semejan que danzan. El viento los golpea. Y ella no me besa.

Últimamente camino mucho, por las calles mojadas, por las mismas calles en las que charlábamos las dos juntas. Cuando camino sola tengo inmensas ganas de expresar lo que siento a diestro y siniestro. Mientras me tomo tranquilamente un café en el mismo sitio, sin ella, recuerdo con nostalgia lo que un día fue, que ahora ya no es. Tengo ganas de gritar. Tengo ganas de llorar, de clamar al cielo y al viento que lo siento, que siento lo que siento: amor por tu cuerpo. Y me oculto en mí misma, en mis pensamientos, en su mirada, en el sinvivir que da el tiempo. No importa dónde esté, la seguiré amando siempre, en mi mente, en mi alma que le ama sin cesar. Porque una persona cuando está con otra persona no son dos personas: son una relación. Son más de dos. Y dudo mucho que se puedan amar a dos personas a la vez. Aunque eso es cuestión de sentir. Lo que siento es que no le tengo y eso me hiere. Me hiere de muerte imaginándote con su amor, que ya no soy yo. Me hiere pensar que se va a morir y no de amor precisamente. Que ya no le volveré a ver. Lloro y lloro por dentro. Mis lágrimas están presas porque ella no me besa. Aaaaaaaaaah!!! ¿por qué no elegir de quién enamorarnos? ¿Acaso no sería todo más sencillo? Elegirla, elegirlo y todos tan contentos. Evitar el sufrimiento tanto propio como ajeno. Que sepa que su silencio me ha dolido. Me ha matado de ... muerte.

Mas he de seguir. He de seguir con mi vida, que es mía. He de seguir cantando. He de seguir comiendo, corriendo tras del viento. Seguir viviendo es un eterno y continuo pasatiempo.


Y lo peor de todo es que la sigo amando como el primer día. No hay un segundo que deje de pensar en ella. Me porté mal y lo sé. Pero las depresiones son así. Estás abajo y por mucho que intentes subir no das. He vuelto a fumar. Mis amigos y mi familia me insisten y me ruegan que la deje estar. Mas no doy. La sigo amando. No me quiere ver ni en pintura. La sigo pintando. La sigo deseando. Le escribo poemas de amor. Echo de menos su presencia. Miro el teléfono y no suena. Me gustaría no tener manos ni sentir lo que siento. Me gustaría enamorarme de otras (o de otros). Como antaño siempre que leo algún libro la veo a ella continuamente. El desamor es uno de los peores sentimientos que existen. Pues nada puedo hacer. Sólo rezar para que aparezca alguien cuando menos lo espere ... Recuerdo con añoranza y esperanza que algún día vuelva a mi lado. Que me ame como antaño. Que sienta por mí lo que yo siento por ella. Mas nada puedo hacer. Nada está ya en mis pobres manos. Las criaturas crecen pero ella no las ve crecer. El tiempo cambia pero ella no lo ve, por lo menos no a mi lado. ¡Qué puedo yo hacer?









































Anotaciones (this is the end)

Dedico éste libro a María Corradi, a Eva Zambrano y a Susana Guzner por ser tan “insensatas” J

También lo dedico a la persona de quién algún día me enamoraré perdidamente. Todavía desconozco su nombre.

Evidentemente no puedo ni debo obviar a mi familia: pues siempre han estado ahí. Gracias.

El e-mail escrito ywendycrecio@yahoo.es existe. Espero ansiosa las posibles y probables críticas. Espero que sean lo más constructivas posibles. El otro e-mail semprealoia@eresmas.com también existe, como también existe Maite pero ella ya no es mi amiga.

Ésta novela es ficticia, aunque se basa en una hipotética realidad que nunca existirá más que en mi mente y en mi corazón. Está escrita con puño y letra con mucho amor. Mi alma está presente en todo el relato.

Las pinturas: “Amaneceres contigo” y “Madonna quanto è bella” existen, así como también el poemario “El suicidio de los sueños” y el relato corto “Y wendy creció” que le había escrito <> a la protagonista.

Por el resto: le he de agradecer eternamente la compañía a Marlango y, en especial, a trains. Y sobre todo gracias a vosotros/as por haber pasado un agradable momento con alguien como yo. Ha sido un auténtico placer el haberlo escrito, espero pues que les haya gustado y si no, ya saben: igual algún día crezco!!!
Firmado:
ywendycrecio@yahoo.es

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